El próximo domingo, 22 de mayo de 2011, se celebran Elecciones Municipales en toda España. Además, en trece de las diecisiete autonomías que existen en España también se celebran Elecciones Autonómicas: en todas, salvo en Andalucía, Cataluña, Galicia y el País Vasco.
Como cada vez que hay Elecciones, todos los ciudadanos mayores de edad estamos llamados a las urnas para votar, y en el caso de muchos católicos (debería ser en el caso de todos) muchos se harán la misma pregunta: ¿a quién doy mi voto?.
Durante demasiado tiempo muchos católicos han votado con la nariz tapada a partidos políticos que no sólo no defendían nuestros valores, sino que incluso defendían (y defienden) los contrarios, incompatibles con la Ley de Dios y con nuestra conciencia. El "voto útil" y el "mal menor" han dejado de serlo en la España actual. No hay nada "útil" en votar a un partido que defiende el aborto, ni es un "mal menor" votar a otro partido que también lo defiende.
Primero fue el divorcio y el aborto, luego las políticas contrarias a la vida humana (anticoncepción, investigación con células madre embrionarias), después el reconocimiento legal de las parejas homosexuales (eliminando para ello del Código Civil la figura jurídica del matrimonio y las figuras del "padre" y de la "madre"), a continuación vino el adoctrinamiento de los niños en la escuela, y ahora, a menos de un año de las Elecciones Generales, el gobierno pretende imponernos la eutanasia. Y todo ello con el separatismo nacionalista y los ataques contra la Iglesia de fondo.
El quid de la cuestión radica en la defensa de la vida, aunque no sólo, porque en otros aspectos uno puede defender la postura que prefiera. Pero en este aspecto no puede. No importa que esta vez no sean Elecciones Generales: un católico no puede apoyar con su voto a aquellos partidos que van a aplicar políticas contrarias a nuestros principios en sus municipios y regiones.
El quid de la cuestión radica en la defensa de la vida, aunque no sólo, porque en otros aspectos uno puede defender la postura que prefiera. Pero en este aspecto no puede. No importa que esta vez no sean Elecciones Generales: un católico no puede apoyar con su voto a aquellos partidos que van a aplicar políticas contrarias a nuestros principios en sus municipios y regiones.
Cabe recordar que existen unos PRINCIPIOS-NO-NEGOCIABLES, recogidos en la Exhortación Apostólica Postsinodal SACRAMENTUM CARITATIS, del Santo Padre Benedicto XVI (que a su vez alude a la Encíclica EVANGELIUM VITAE, del Beato Juan Pablo PP. II), en la cual se dice, en el nº 83, lo siguiente:
[...] el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas.(1) Estos valores no son negociables. [...]
(1) Cf. Juan Pablo II, Carta enc. Evangelium vitae (25 marzo 1995): AAS 87 (1995), 401-522; Benedicto XVI, Discurso a un congreso organizado por la Academia Pontificia para la vida (27 febrero 2006): AAS 98 (2006), 264-265.
Algunos partidos políticos (desgraciadamente minoritarios, en gran parte por la incoherencia de los católicos), subscriben estos principios y han firmado el Manifiesto de los principios no negociables, con el que quieren manifestar su común acuerdo en la defensa de los mencionados valores "no negociables":
1. Vida
La persona es sagrada e inviolable, desde la concepción hasta la muerte natural.
2. Familia
La familia nace del compromiso conyugal. El matrimonio es un voto, en el que un hombre y una mujer hacen donación de sí mismos y se comprometen a la procreación y el cuidado de los hijos.
3. Libertad de enseñanza
Los padres tienen el derecho y el deber de educar a sus hijos. Son ellos -no el Estado, ni los empresarios educativos, ni los profesores- los titulares de ese derecho.
4. Bien común
El Estado está al servicio de la sociedad y no al revés. El papel de la autoridad es ordenar la comunidad política no según la voluntad del partido mayoritario sino atendiendo a los fines de la misma, buscando la perfección de cada persona, aplicando el principio de subsidiariedad y protegiendo al más débil del más fuerte.
Aparte de la defensa de la vida, que va en cabeza, no debemos olvidar los otros tres principios no negociables. Un católico no puede defender, ni apoyar a partidos políticos que defiendan:
- el aborto
- la anticoncepción
- el divorcio
- la enseñanza adoctrinadora a través de la asignatura "Educación para la Ciudadanía"
- la eutanasia
- la fecundación artificial
- la investigación con células madres embrionarias
- el laicismo anticristiano (persecución religiosa y ateísmo de Estado)
- el separatismo nacionalista (2)
- las uniones civiles homosexuales
(2) Cabe recordar que los obispos españoles han desautorizado las aspiraciones independentistas del nacionalismo vasco y catalán, en la Carta de la Conferencia Episcopal Española del 22 de noviembre de 2002, sobre la Instrucción Pastoral contra el terrorismo:
"Respecto a la voluntad impositiva de independencia, los obispos hemos recordado, a partir de la Doctrina Social de la Iglesia, que no cualquier pretensión de independencia es moral. Poner en peligro la convivencia de los españoles, negando unilateralmente la soberanía de España, no es ni prudente ni moralmente aceptable. La Constitución española de 1978 es hoy el marco ineludible de convivencia. Por eso, pretender unilateralmente alterar este ordenamiento en función de una determinada voluntad de poder es inadmisible".
Por lo tanto, por coherencia, los católicos no podemos colaborar con partidos políticos que no respeten ni defiendan de forma inequívoca los principios no negociables, o que acepten y/o fomenten posturas contrarias a la vida humana y a la Moral católica. No es necesario, pues, citar el nombre de ningún partido político, porque en España ya nos conocemos todos.
No podemos estar a favor de partidos que atacan la vida de esa manera. Pero respecto a los matrimonios homosexuales, no veo ningún inconveniente en la unión de éstos. Ante todo, somos hijos del Amor, y ellos, también son Hijos de Dios, y, debido a ello, no debemos rechazarles y excluirlos sino amarlos como Él, siendo nosotros también pecadores, nos amó.
ResponderEliminarPor otra parte, tampoco se puede votar a partidos que están a favor de un nacionalismo feroz y de querer establecer leyes conservadores que impidan el progreso.
Estimado José:
ResponderEliminarTú, a título particular, puedes ver como quieras las uniones civiles homosexuales. Los católicos, como católicos, no podemos. Es doctrina de la Iglesia. El matrimonio es un sacramento instituido por N. S. Jesucristo. Imagino que no hará falta que te remita ni a los Evangelios, ni al Catecismo de la Iglesia Católica para rebatir lo que dices.
En cuanto a no rechazar o amar a los homosexuales (y no sólo a ellos), desde luego: se debe amar al prójimo; pero no sus pecados. Hay que amar al pecador pero aborrecer sus pecados, y rogar para que se convierta. En el Padrenuestro, a ejemplo de Jesús, decimos: "Hágase Tu voluntad". La Suya, la de Dios; no la nuestra. Tus pensamientos, creencias y actos se deben orientar a Dios y ajustarse a Su voluntad, y no al revés, creándose un dios "a la carta". Hay mucha gente que lo hace; pero esos no son católicos (por más que se autodenominen así). Ni ese dios es Dios. Los católicos no creemos en cualquier dios. Creemos en el Dios aque se ha Revelado. Él ya nos ha dicho lo que hay que hacer para salvarse, por lo que es innecesario -y absurdo- que nadie trate de enmendarle la plana y siga queriendo considerarse católico, pese a negarse a cumplir lo que Él ha mandado.
En cuanto a estar a favor o no de leyes conservadoras... Ese párrafo, perdona que te lo diga, es un despropósito. ¿Desde cuándo es malo "conservar"? Además, nadie ha dicho que sea malo "progresar". Lo que ocurre es que a lo que muchos llaman "progreso" no es sino "regreso" (regresión); "progreso al pasado", vamos: vuelta a la inmoralidad pre-cristiana de hace más de dos milenios. ¡Menudo progreso! Para atrás, como el cangrejo.
En cualquier caso, yo no he señalado a qué partido debes votar, sino a qué partidos deberían votar los católicos -coherentes con la doctrina católica, se sobreentiende-, y a cuáles deberían evitar votar. Y todo, basándose en la Doctrina y Moral de la Iglesia Católica (fundada por el mismo Jesucristo)
A partir de ahí, eres muy libre de hacer lo que quieras. Dios te ha hecho libre -incluso para pecar y/o rechazarle-; por lo cual no seré yo quien te prive de esa libertad.
Un cordial saludo, en Cristo
CATHOLICVS