Según el secretario de organización del PSOE, Pepiño Blanco, quien quiera participar en el debate público y social sólo puede hacerlo de una forma: presentándose a las elecciones. Con conocimiento de causa y con toda desfachatez se atreve a afirmar semejante disparate, que además es anticonstitucional, incurriendo además en discriminación por motivos religiosos, algo totalmente prohibido por nuestro ordenamiento jurídico y el de todos los paises de nuestro entorno, por la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y por la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea, suscrita por España. Según él, la Iglesia "tiene dos opciones: o presentarse a las elecciones o mantenerse al margen de la política".
Pepiño sabe perfectamente que la Iglesia no puede mantenerse "al margen de la política" cuando ésta conculca los Derechos Humanos más básicos. Al contrario, tiene la obligación de participar en política, y no necesariamente apoyando a un partido, sino señalando los errores de las leyes actuales, ya que en política no todo es juego de partidos, aunque Pepiño Blanco viva de la partitocracia. La Iglesia Católica puede expresar libre y pacíficamente sus opiniones (gusten o no), lo mismo que cualquier otra organización o asociación. Ese derecho existe aunque Pepiño, que pertenece al gobierno socialista (ese que inventa "derechos" nuevos) no quiera reconocerlo. Y sabe perfectamente que la Iglesia está legitimada para ejercerlo.
Por su parte, el ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, Miguel Ángel Moratinos, ha calificado de "inaceptables, como católico, español y socialista", las "críticas contra el Gobierno" del acto de la familia del pasado día 30 en Madrid. Debe de referirse a los oradores que dijeron, ajustándose a la realidad, que en España hay leyes malas, injustas y contrarias a los Derechos Humanos. El ministro afirmó también que acude habitualmente a misa y que ese mismo domingo él escuchó "otro tipo de prédica que no tenía nada que ver con lo que se escuchó en la Plaza de Colón". Sin embargo, el Evangelio del pasado domingo es mucho más crudo que lo que se dijera en la Plaza de Colón: la Sagrada Familia tiene que huir porque el poder político quiere matar al Niño (Mateo 2,13; 15,19-23): "Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huye a Egipto; y estate allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle" [...] "Pero al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí; y avisado en sueños, se retiró a la región de Galilea...". Me pregunto dónde van a Misa estos ministros y miembros del gobierno que se declaran "católicos" de cara a la galería, para no enterarse siquiera del Evangelio del día, y para poner "a caer de un burro" al Papa y a los obispos cada vez que dicen algo contrario a las políticas socialistas que vulneran derechos fundamentales. Es una pregunta retórica, pues la práctica religiosa de todos estos dirigentes socialistas es del dominio público, como en el caso del ex-ministro de Defensa José Bono y el ateo confeso Pedro Zerolo (Secretario de movimientos sociales y relaciones con las ONG del PSOE), que fueron una vez a Misa a la Parroquia de San Carlos Borromeo de Madrid, clausurada por el Arzobispado de Madrid por prácticas contrarias a la fe y práxis de la Iglesia, como emplear turrón para la consagración en la Misa)
En definitiva, algo está fallando en nuestro sistema cuando un ministro o cualquier miembro del gobierno cuestiona el derecho a la libertad de expresión cuando no le gusta quien lo ejerce. Con ello tratan de ignorar el sentido profundo de esta libertad, consistente en expresar las ideas propias, incluso aquellas que se "oponen, hieren o molestan al Estado o cualquier parte del pueblo" (Sentencia Handsyde vs United Kingdom, del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, de 7 de diciembre de 1976).
Como reacción al éxito de la manifestación "Por la familia cristiana" del pasado 30 de diciembre, el gobierno del PSOE ha emitido un comunicado que no tiene desperdicio, en el que muestra su totalitarismo, su nulo respeto por las libertades y un torcido sentido de la democracia. Ante el mismo, así como ante las declaraciones de algunos miembros del ejecutivo y del PSOE, las respuestas no se han hecho esperar.
Así, Jorge Fernández Díaz, Secretario General del Partido Popular en el Congreso, ha afirmado que el comunicado hecho público por el PSOE para responder a la Iglesia muestra un "anticlericalismo absolutamente decimonónico y casposo", que achacó al "nerviosismo" que hay entre los dirigentes socialistas tras el éxito de la celebración del domingo en favor de la familia. Según él, al gobierno socialista no le ha gustado ver en la calle a millones de personas manifestándose en favor de la familia. "Pero conviene recordar al PSOE, ya que habla de legitimidad constitucional, que la Constitución ampara y garantiza dos derechos fundamentales: el derecho a la libertad de expresión y el derecho de manifestación". El diputado del PP subrayó también que los socialistas se han pasado "toda la legislatura descalificando" a todos aquellos ciudadanos que se han manifestado "contra aspectos concretos de las políticas del gobierno". "Comprendo que ver a tanta gente en la calle les ponga nerviosos, pero eso no justifica que se intente negar el derecho de manifestación a las personas que se reunieron en la Plaza de Colón". También se preguntó si a "partir de ahora habrá que pasar la censura previa y pedir permiso al gobierno para concentrarse". Fernández consideró que la reacción de los socialistas evidencia que el presidente del gobierno y el PSOE "tienen un concepto de la relación Iglesia-Estado que no es el definido por la Constitución", que establece un Estado aconfesional (no laico, ni mucho menos laicista) y una relación de cooperación entre ambos. Finalmente recomendó al secretario de Organización del PSOE, José Blanco, que "tome mucha tila para no ponerse tan nervioso" y añadió que en democracia "jamás se mata al mensajero, te guste o no el mensaje".
Por su parte, la Confederación Nacional Católica de Padres de Alumnos (CONCAPA) ha emitido un comunicado en el que pide al gobierno que no emplee “torcidamente la libertad de expresión” de los españoles que asistieron al acto que tuvo lugar en la plaza de Colón. En el mismo, critica las declaraciones del PSOE y el gobierno tras la celebración de la familia del pasado día 30 en Madrid, acusándoles de utilizar ataques propios de la censura y tratar de imponer doctrinas caudillistas: "Si quieren acallarnos con ataques propios de la censura, no lo van a conseguir. Los gobernantes están para escuchar y servir a la sociedad, y no para imponer doctrinas caudillistas, felizmente superadas". Esta asociación se refirió a las políticas del gobierno socialista como "un ataque a toda la sociedad española". "Zapatero y su Gobierno no han hecho nada por respetar ni por tener en cuenta que la sociedad no es 'su pensamiento único' y 'sus concesiones' han sido absolutamente 'cero', por no hablar de lo que ellos denominan 'valores', como el llamado 'matrimonio homosexual' o la intromisión en los derechos de los padres para educar a sus hijos".
A todas estas críticas se ha sumado el Foro Español de la Familia (FEF), que cree preocupante que desde el gobierno se intente "imponer un pensamiento único sobre la familia, atacando para ello la libertad de expresión y el pluralismo ideológico y religioso de la sociedad española". En un comunicado, Benigno Blanco, presidente de esta organización, aseguró que calificar de "antidemocrático y poco respetuoso con la Constitución la defensa de la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, estable y abierta a la vida, es un gravísimo atentado a la libertad propia de una sociedad pluralista", a la vez que calificó de "absolutamente legítimo" que "muchos españoles discrepen con las reformas legales en materia de matrimonio aún suponiendo que sean constitucionales". "No ataca a la democracia quien defiende lealmente sus puntos de vista críticos con las leyes vigentes, sino quien pretende erradicar del foro público las opiniones discrepantes con las de la mayoría parlamentaria circunstancial de cada momento". Con respecto a la fiesta de la familia cristiana celebrada el 30 de diciembre en la Plaza de Colón, puso de manifiesto que "la legislación vigente en España en materia de familia responde a una visión minoritaria en la sociedad española, que no se adecua a cómo quieren vivir sus compromisos familiares la mayoría de los españoles". "Quizá esto es lo que molesta al PSOE: que se vea en la calle y con la fuerza del número, que millones de españoles no se pliegan a la ideología de unos pocos, y conservan su espíritu crítico e independencia de criterio".
En este sentido, Profesionales por la Ética ha señalado muy acertadamente que "la mayoría apuesta por el matrimonio y la familia constituida por la unión del hombre y la mujer, mientras el gobierno ha cambiado el Código Civil para favorecer a una minoría que apenas ha hecho uso de la ley que permite los matrimonios entre personas del mismo sexo".
También la Asociación Valenciana de Juristas Católicos, que aglutina en la actualidad a más de 400 profesionales del Derecho en la Comunidad Valenciana, ha animado a las familias cristianas a defenderse y permanecer unidas ante "los continuos ataques que sufren desde ciertos sectores políticos". El presidente de la entidad, Guzmán Guía, aseguró que la familia "es la célula primaria de la sociedad, digna de todos los derechos y respetos", e indicó que "está siendo desde hace años continuamente marginada y menospreciada desde el poder político". Guía mostró su "total apoyo" y "plena identificación" con la intervención de los purpurados que participaron el pasado domingo en la celebración convocada en Madrid con el lema 'Por la familia cristiana', "ya que urge que seamos conscientes de lo mucho que nos jugamos cuando se promulgan leyes injustas y contrarias al bien común de la sociedad". Asimismo, apostó por el "papel activo de la Iglesia, ya que debe estar presente e implicarse en la sociedad al igual que los católicos que no deben renunciar a estar presentes en la vida pública". Instó, finalmente, a quienes desde la política "ofenden" a la Iglesia y las familias, a que "relean la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948, en la que se establecen, entre otros, el derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de la persona; a la educación; a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión así como a la libertad de opinión y de expresión".
Por otro lado, el director del Instituto de Ciencias de la Vida de la Universidad Católica de Valencia 'San Vicente Mártir' (UCV), el biopatólogo Justo Aznar, elogió ayer el "magnífico ejemplo de pacifismo" que dieron las familias cristianas y el "más puro estilo democrático" que supuso la celebración del pasado domingo en Madrid. "Las familias demostraron respeto, paz, alegría y tranquilidad, frente a la actitud posterior de ciertos sectores políticos, cuyas críticas parecen ser fruto de un miedo escénico, miedo a ese gran potencial de familias y futuros ciudadanos cristianos que allí se congregaron".
Por último, me gustaría destacar un artículo publicado en "Análisis Digital", escrito por el analista político Manuel Cruz y titulado "Los irreductibles que irritan al PSOE". En él, señala que la recriminación de José Blanco -en su papel de Secretario de Organización del PSOE a la Iglesia-, por la celebración de la fiesta de la Familia en la Plaza de Colón de Madrid, podría considerarse como algo más que un aparente momento de crispación. En su análisis señala que el líder socialista, para hacer más patente su crítica, se ha confesado -por primera vez- cristiano, pero con una clara connotación política: es cristiano, pero no está en comunión con la Iglesia. Es decir, tiene una “cultura de raíz cristiana”, pero rechaza la moral que de ella se desprende. Lo cual equivaldría a considerar que es cristiano y, al mismo tiempo, relativista, laicista y adorador del partido con el que sí está en comunión. En otras palabras, se ha inventado un cristianismo anticristiano en una curiosa paradoja que, no nos asustemos, afecta a millones de españoles.
Manuel Cruz señala que el mensaje de José Blanco a la Iglesia es claro y muy simple: “Como yo, hay muchos, millones de cristianos, que no estamos dispuestos a escuchar la voz de la Iglesia y que preferimos la voz del PSOE como referente moral”. Para Blanco, pues, la existencia de católicos que prefieren a la Iglesia en lugar del PSOE, es insufrible. Históricamente el socialismo se ha identificado más con el totalitarismo que con la libertad, pese a todas sus reconversiones democráticas. Por ese motivo, el actual PSOE se sorprende -y se irrita- de que la Iglesia, con su moral tan estricta, tenga todavía tantos seguidores, que no aceptan la moral relajada -relativista- del socialismo. No entienden que todavía exista un importante sector de la sociedad al que no agrade, ni acepte, la “tolerancia” de un gobierno que extiende "derechos" por doquier y que si gana las próximas elecciones inventaría otros nuevos, además de los ya conocidos "derechos" de la mujer a disponer de su cuerpo, de los homosexuales a convertir sus uniones en matrimonio, de destruir embriones humanos en nombre de la ciencia, del Estado a "educar" a los menores de edad, de la “dulce muerte”, de cambiar de sexo, de considerar el género como un atavismo, del divorcio-express... Para el Partido Socialista todo esto son “derechos humanos” aunque no estén reconocidos como tales en la Declaración Universal que, en cambio, sí recoge el Derecho a la vida y a la libertad religiosa como Derechos Fundamentales y que el PSOE ignora por la misma razón que los radicales islamistas: porque la libertad, como la verdad, es muy peligrosa para los que quieren dominar a las sociedades.
También señala el artículo que el PSOE, con sus iniciativas legislativas sobre “extensión de derechos”, que tanto gusta de recordarnos José Luis Rodríguez Zapatero, ha pretendido al mismo tiempo “matar” otros pájaros con el mismo tiro: el de la libertad de conciencia, el de crítica, y, en buena medida, el de expresión al ampliar cada vez más su influencia en los medios de comunicación. El primer objetivo del PSOE como partido y como Gobierno, desde el momento mismo que aceptó la transición democrática frente a la ruptura radical que algunos de sus dirigentes propugnaban hace treinta años, ha sido desterrar la fe en Dios al ámbito de la vida privada para así gobernar sin ataduras morales. El PSOE que hoy dirige Rodríguez Zapatero ha empezado a quitarse la careta de su intolerancia y de su nostalgia del pasado y ha decidido declarar la “guerra” a la Iglesia, a la que acusa de volver al “nacional-catolicismo”, toda una infamia digna de los tiempos en que los estalinistas acusaban de “imperialistas” a los demócratas. A Manuel cruz le parece curioso que el PSOE zapaterista todavía se irrite por la existencia de un grupo irreductible de católicos que creen en la familia y, por tanto, en la libertad de conciencia y de educación, sin contentarse con los logros ya alcanzados con su neo-progresismo radical: que haya una masa de cristianos indiferentes a la destrucción moral que propugna el partido, para modelar una nueva sociedad a su gusto. Este fenómeno fue descrito hace ya bastantes años por Alisdair McIntyre, en su ensayo “Tras la virtud”, en el que ya denunció esa hecatombe moral y el intento de los supervivientes de reconstruir algunos valores uniendo trozos de las páginas chamuscadas de la sabiduría, quemada en la hoguera de la inquisición progresista.
¿Por qué no deja el PSOE en paz a la Iglesia y a los católicos? Según Cruz, la respuesta es simple: no puede, porque quiere ser el padre y la madre de la sociedad, sus educadores, y no admite rival alguno. De ahí la reforma de la Ley de Educación para introducir la obligatoria “Educación para la Ciudadanía”, o su alianza con todos los partidos radicales, nacionalistas incluidos, no solo para aislar a los conservadores del Partido Popular –como con el nefando “Pacto del Tinell”- sino para marginar a todos los que no piensan como ellos.
Manuel Cruz concluye que el principal problema radica en la deriva moral de un partido socialista que pretende arrebatar a la Iglesia, a los padres de familia, a los católicos, las banderas de la verdad y de la libertad, porque el objetivo perseguido es convertir esas enseñas en una tarea reeducadora de la sociedad, muy alejada en las formas de los campos de concentración de Pol Pot o del Gulag, pero muy cercana en sus fines: convertir a los españoles en unos ciudadanos sumisos y sonrientes –sonrisa al estilo ZP- y, por tanto, indiferentes a los principios morales de la doctrina cristiana, que consideran la madre de la mentira, según palabras de Gonzalo Puente Ojea, quien fuera embajador en el Vaticano durante el gobierno del PSOE de Felipe González. Y termina su artículo con esta frase: "los cristianos conocemos el final de la historia: la Iglesia es eterna y el PSOE tan pasajero como sus actuales dirigentes".
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