Quisiera recomendar un libro: Phillip E. Johnson (2007): Juicio a Darwin. Ed. Homolegens. Madrid. 246 págs.
Este libro ha sido uno de los bestsellers más exitosos de Estados Unidos en los últimos años. ¿Dicen los fósiles lo que nos dicen que dicen? ¿Los contradice la biología molecular? El problema central es el origen del ser humano.
La teoría darwinista tiene detractores, pero sus argumentos sólo consiguen llegar al gran público en el ambiente cultural norteamericano, donde se ha extendido la polémica. Desde inicios de los años 80, en EE.UU diferentes legislaciones estatales han obligado a que en la enseñanza pública el darwinismo no sea enseñado como una verdad científica, y se obliga a tratar por igual la teoría de la evolución y la denominada "Ciencia creacionista".
En este libro se recogen todas las objeciones que se le pueden realizar a la teoría de la evolución darwinista desde una perspectiva científica. Como lo que importa de esta teoría es la explicación de la aparición del hombre, de ahí que el evolucionismo darwinista se transformara en una ideología, más que en una teoría científica.
Según el autor, la herencia ideológica del evolucionismo se ve todavía en disciplinas actuales como la Antropología física (que estudia los orígenes del hombre) Esta especialidad ha estado más influenciada por elementos subjetivos "que prácticamente cualquier otra rama de la ciencia respetable". Los prejuicios ideológicos han llevado a la Antropología y la Paleontología a buscar aquello que "necesitan” para corroborar sus presupuestos, actitud que atenta contra el más elemental de los principios científicos. De ahí que, frecuentemente, "veamos lo que esperamos ver, a menos que seamos extremadamente cuidadosos en mantener a raya nuestros prejuicios".
Pocos científicos materialistas son sinceros y verdaderos científicos, como Zuckerman, uno de los más prestigiosos expertos en primates de Gran Bretaña, que considera evidente que "el hombre ha evolucionado desde los monos, pero también que buena parte de las pruebas fósiles son disparates". Phillip E. Johnson afirma que cuando se analizan objetivamente los fósiles "más que respaldar la teoría darwinista, nos disuaden de ella". Por eso Zuckerman desmiente lo que tantas veces se nos presenta como verdad evolucionista. Por ejemplo, tras sus mediciones biométricas del Australopithecus, concluye que no está nada claro que andase de forma parecida y erecta como el hombre actual. Pese a ello, los reportajes televisivos nos dan a entender que la evolución es manifiesta por el parecido andar del Australopithecus y el hombre actual.
Una de las ventajas actuales es que la ciencia ha avanzado notablemente en disciplinas como la genética. Darwin no podía siquiera imaginar el aparato científico que iba a permitir replantear científicamente sus teorías. Hoy en día los expertos fósiles y los biólogos moleculares están entrando en conflicto: los biólogos moleculares se encuentran en disposición de argumentar que los seres humanos somos descendientes de una mujer aparecida en África hace 200.000 años. Todos los fósiles que salgan de estos parámetros no pueden incluirse en la especie humana. Este simple dato incontestable desbarata la mayoría de las propuestas teóricas de los paleontólogos.
Además del anterior libro, recomiendo los artículos sobre el evolucionismo de la página web de la Asociación Española Deo Gratias, que pueden leerse aquí.
Este libro ha sido uno de los bestsellers más exitosos de Estados Unidos en los últimos años. ¿Dicen los fósiles lo que nos dicen que dicen? ¿Los contradice la biología molecular? El problema central es el origen del ser humano.
La teoría darwinista tiene detractores, pero sus argumentos sólo consiguen llegar al gran público en el ambiente cultural norteamericano, donde se ha extendido la polémica. Desde inicios de los años 80, en EE.UU diferentes legislaciones estatales han obligado a que en la enseñanza pública el darwinismo no sea enseñado como una verdad científica, y se obliga a tratar por igual la teoría de la evolución y la denominada "Ciencia creacionista".
En este libro se recogen todas las objeciones que se le pueden realizar a la teoría de la evolución darwinista desde una perspectiva científica. Como lo que importa de esta teoría es la explicación de la aparición del hombre, de ahí que el evolucionismo darwinista se transformara en una ideología, más que en una teoría científica.
Según el autor, la herencia ideológica del evolucionismo se ve todavía en disciplinas actuales como la Antropología física (que estudia los orígenes del hombre) Esta especialidad ha estado más influenciada por elementos subjetivos "que prácticamente cualquier otra rama de la ciencia respetable". Los prejuicios ideológicos han llevado a la Antropología y la Paleontología a buscar aquello que "necesitan” para corroborar sus presupuestos, actitud que atenta contra el más elemental de los principios científicos. De ahí que, frecuentemente, "veamos lo que esperamos ver, a menos que seamos extremadamente cuidadosos en mantener a raya nuestros prejuicios".
Pocos científicos materialistas son sinceros y verdaderos científicos, como Zuckerman, uno de los más prestigiosos expertos en primates de Gran Bretaña, que considera evidente que "el hombre ha evolucionado desde los monos, pero también que buena parte de las pruebas fósiles son disparates". Phillip E. Johnson afirma que cuando se analizan objetivamente los fósiles "más que respaldar la teoría darwinista, nos disuaden de ella". Por eso Zuckerman desmiente lo que tantas veces se nos presenta como verdad evolucionista. Por ejemplo, tras sus mediciones biométricas del Australopithecus, concluye que no está nada claro que andase de forma parecida y erecta como el hombre actual. Pese a ello, los reportajes televisivos nos dan a entender que la evolución es manifiesta por el parecido andar del Australopithecus y el hombre actual.
Una de las ventajas actuales es que la ciencia ha avanzado notablemente en disciplinas como la genética. Darwin no podía siquiera imaginar el aparato científico que iba a permitir replantear científicamente sus teorías. Hoy en día los expertos fósiles y los biólogos moleculares están entrando en conflicto: los biólogos moleculares se encuentran en disposición de argumentar que los seres humanos somos descendientes de una mujer aparecida en África hace 200.000 años. Todos los fósiles que salgan de estos parámetros no pueden incluirse en la especie humana. Este simple dato incontestable desbarata la mayoría de las propuestas teóricas de los paleontólogos.
Además del anterior libro, recomiendo los artículos sobre el evolucionismo de la página web de la Asociación Española Deo Gratias, que pueden leerse aquí.
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