viernes, 26 de mayo de 2017

Nuevo escándalo: la heterodoxa Conferencia Episcopal Belga pide "respeto" a quienes quieran comulgar sacrílegamente en pecado mortal

Tras haber apoyado a la Universidad "católica" que despidió a un profesor por decir que el aborto es un asesinato (ver aquí), ahora la Conferencia Episcopal Belga, de ya larga trayectoria heterodoxa, ha publicado anteayer, miércoles 24 de mayo, una carta pastoral contraria al Evangelio, al Catecismo y al Magisterio de la Iglesia, en la que pide respeto a quienes quieran comulgar en pecado mortal, excusándose en que eso es lo que pide "Amoris laetitia".

Según ellos, "Amoris Laetitia" abre claramente una puerta a los adúlteros para que puedan recibir sacrílegamente los sacramentos de la Penitencia y la Comunión, y dan por ello las gracias a Francisco por "no renunciar al bien posible, aunque corra el riesgo de mancharse con el barro del camino". Dicho en román paladino: por satisfacer los deseos de pecadores no arrepentidos, aunque eso conlleve su condenación eterna -como su des-orientación pastoral ya no está basada en la Verdad, sino en satisfacer los deseos respetar la conciencia del pecador, aunque ésta sea errónea, los obispos belgas se lavan las manos, como Pilatos-.

Ni que decir tiene que esta carta pastoral de los obispos belgas es totalmente contraria a la Doctrina y al Magisterio de la Iglesia, como ya se ha señalado, y en concreto al punto 84 de "Familiaris Consortio" de San Juan Pablo II:

84. La Iglesia, no obstante, fundándose en la Sagrada Escritura reafirma su práxis de no admitir a la comunión eucarística a los divorciados que se casan otra vez. Son ellos los que no pueden ser admitidos, dado que su estado y situación de vida contradicen objetivamente la unión de amor entre Cristo y la Iglesia, significada y actualizada en la Eucaristía. Hay además otro motivo pastoral: si se admitieran estas personas a la Eucaristía, los fieles serían inducidos a error y confusión acerca de la doctrina de la Iglesia sobre la indisolubilidad del matrimonio.

La reconciliación en el sacramento de la penitencia —que les abriría el camino al sacramento eucarístico— puede darse únicamente a los que, arrepentidos de haber violado el signo de la Alianza y de la fidelidad a Cristo, están sinceramente dispuestos a una forma de vida que no contradiga la indisolubilidad del matrimonio. Esto lleva consigo concretamente que cuando el hombre y la mujer, por motivos serios, —como, por ejemplo, la educación de los hijos— no pueden cumplir la obligación de la separación, «asumen el compromiso de vivir en plena continencia, o sea de abstenerse de los actos propios de los esposos».

Asimismo, su heterodoxa interpretación del papel de la conciencia al decidir recibir los sacramentos sacrílegamente, también contradice la "Carta a los obispos de la Iglesia Católica sobre la recepción de la comunión eucarística por parte de los fieles divorciados que se han vuelto a casar", ordenada publicar por el Papa San Juan Pablo II y firmada por el entonces Cardenal Joseph Ratinzger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe:

6. El fiel que está conviviendo habitualmente «more uxorio» con una persona que no es la legítima esposa o el legítimo marido, no puede acceder a la Comunión eucarística. En el caso de que él lo juzgara posible, los pastores y los confesores, dada la gravedad de la materia y las exigencias del bien espiritual de la persona y del bien común de la Iglesia, tienen el grave deber de advertirle que dicho juicio de conciencia riñe abiertamente con la doctrina de la Iglesia. También tienen que recordar esta doctrina cuando enseñan a todos los fieles que les han sido encomendados.

7. La errada convicción de poder acceder a la Comunión eucarística por parte de un divorciado vuelto a casar, presupone normalmente que se atribuya a la conciencia personal el poder de decidir en último término, basándose en la propia convicción,sobre la existencia o no del anterior matrimonio y sobre el valor de la nueva unión. Sin embargo, dicha atribución es inadmisible. El matrimonio, en efecto, en cuanto imagen de la unión esponsal entre Cristo y su Iglesia así como núcleo basilar y factor importante en la vida de la sociedad civil, es esencialmente una realidad pública.

Al llegar al Pontificado, S. S. Benedicto XVI ratificó esta posición en la exhortación apostólica postsinodal "Sacramentum Caritatis":

El Sínodo de los Obispos ha confirmado la praxis de la Iglesia, fundada en la Sagrada Escritura (cf. Mc 10,2-12), de no admitir a los sacramentos a los divorciados casados de nuevo, porque su estado y su condición de vida contradicen objetivamente esa unión de amor entre Cristo y la Iglesia que se significa y se actualiza en la Eucaristía.

Por lo tanto, la Conferencia Episcopal Belga, al igual que lo hicieran con anterioridad los obispos de la región de Buenos Aires, algunos obispos alemanes, uno austrícaco, los dos de Malta y el presidente de la Conferencia Episcopal de Filipinas, se posiciona fuera de la Iglesia, al enseñar el error e ir en contra de la enseñanza del mismo Cristo y de la irreformable Doctrina y Magisterio bimilenario de la Iglesia.

3 comentarios :

  1. Estos pobres hombres obran sin duda bajo el influjo del "león rugiente a nuestro alrededor". Se han autoexcluido de la Iglesia Católica, pero siguen siendo pastores de almas, a las que guían a la condenación eterna.

    Es desolador ver a sacerdotes que alguna vez tuvieron fe, confirmar a los fieles en el pecado e incitarlos de hecho a la profanación de la Eucaristía. Sólo queda rezar por su conversión.

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  2. Tras la caída del Imperio Romano a finales del siglo V se produjo un cierto retroceso económico y social; el poder se fragmentó, la economía se debilitó y las comunicaciones entre regiones distantes se interrumpieron. Las grandes ciudades perdieron población y se produjo un regreso a lo rural.

    Todas estas circunstancias afectaron a la Iglesia, que por una parte contribuyó a la preservación de la cultura (por ejemplo en los monasterios) pero por otra parte "se implicó" en el sistema feudal. El siglo X es conocido como el "siglo de hierro" del papado, con numeroso pontífices indignos.

    A principios del siglo XI en muchas partes y especialmente entre los clérigos la espiritualidad estaba muy debilitada. Dos grandes males, entre otros, aquejaban a la Iglesia: la clerogamia y la simonía. Estaba enormemente generalizado que los clérigos tuviesen esposa o concubina. El sistema de acceso a los cargos eclesiásticos era el propio del sistema feudal: se compraban y subastaban y su provisión estaba sometida a las decisiones mundanas del poder político.

    El Papa Gregorio VII promovió enérgicamente reformas para retomar el espíritu del Evangelio frente a sus principales oponentes el Emperador y los obispos de Alemania. Da que pensar leer hoy los argumentos de algún obispo alemán alegando que a esas alturas de la Historia era irreal tratar de imponer el celibato eclesiástico, o los de otro que invocaba a San Pablo citando fuera de contexto aquello de que "es preferible casarse que abrasarse". Por otra parte, la cuestión de la provisión de cargos eclesiásticos degeneró en la Guerra de las Investiduras.

    Muy pocos tuvieron, junto a Gregorio VII, la suficiente visión histórica y evangélica; pero se impusieron con la ayuda de Dios.

    Hoy el panorama no es muy diferente, salvo en cuestiones accidentales. La mayoría de clérigos han aceptado "de facto" el divorcio, las relaciones extramatrimoniales, la anticoncepción, incluso el aborto. La preocupación por la salvación eterna de las almas ha sido sustituida por afanes sociales y políticos (ecología, emigración, sanidad, educación, pobreza material, etc.). Estamos en otro bache; ciertamente, no pequeño. Pero tampoco prevalecerán. Otros santos, con la ayuda de Dios, impulsarán las reformas necesarias y vencerán las resistencias de los que aleguen que "a estas alturas de la Historia" las cosas no pueden ser como antes.

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  3. Desgraciadamente, tratándose del episcopado belga, no se puede hablar de escándalo, ya que estamos acostumbrados a este tipo de pronunciamientos.

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