Santa Teresa de Jesús, Virgen, Fundadora de los carmelitas descalzos y Doctora de la Iglesia, cuya fiesta se celebra dentro de cinco días, cada 15 de octubre, hacia 1556 comenzó a sentir grandes favores espirituales, y un año después se vio animada por San Francisco de Borja. Sobre él decía lo siguiente en el libro de su vida:
"En este tiempo vino a este lugar el padre Francisco, que era duque de Gandía y había algunos años que, dejándolo todo, había entrado en la Compañía de Jesús. Procuró mi confesor, y el caballero que he dicho también vino a mí, para que le hablase y diese cuenta de la oración que tenía, porque sabía iba adelante en ser muy favorecido y regalado de Dios, que como quien había mucho dejado por El, aun en esta vida le pagaba.
Pues después que me hubo oído, díjome que era espíritu de Dios y que le parecía que no era bien ya resistirle más, que hasta entonces estaba bien hecho, sino que siempre comenzase la oración en un paso de la Pasión, y que si después el Señor me llevase el espíritu, que no lo resistiese, sino que dejase llevarle a Su Majestad, no lo procurando yo.
Como quien iba bien adelante, dio la medicina y consejo, que hace mucho en esto la experiencia. Dijo que era yerro resistir ya más. Yo quedé muy consolada, y el caballero también holgábase mucho que dijese era de Dios, y siempre me ayudaba y daba avisos en lo que podía, que era mucho".
San Francisco de Borja nació en Gandía (Valencia), en 1510. Fue virrey de Cataluña y duque de Gandía, Gran privado del emperador Carlos V y caballerizo de la emperatriz Isabel. Al fallecer ésta, la vista de su cadáver impulsó a San Francisco de Borja a despreciar las vanidades de la corte. Tras la muerte de su esposa, en 1546, entró en la Compañía de Jesús, de la que llegó a ser superior general (el tercero después de su Santo Fundador). Siempre se distinguió por su profunda humildad y dio un gran impulso a las misiones. Murió en Roma el 1 de octubre de 1572, siendo canonizado en 1671. Su sagrado cuerpo, que se veneraba en Madrid, fue casi totalmente destruido por las llamas provocadas el 11 de mayo de 1931, durante la llamada "quema de conventos" con la que se "inauguró" la infausta y anticatólica II República Española.
OREMVS
DOMINE IESV CHRISTE VERAE HVMILITATIS ET EXEMPLAR ET PRAEMIVM QVAESVMVS VT SICVT BEATVM FRANCISCVM IN TERRENI HONORIS CONTEMPTV IMITATOREM TVI GLORIOSVM EFFECISTI ITA NOS EIVSDEM IMITATIONIS ET GLORIAE TRIBVAS ESSE CONSORTES QVI VIVIS... AMEN.
Oremos
Señor Jesucristo, dechado y premio de la verdadera humildad: suplicamos que, así como hiciste a San Francisco glorioso imitador tuyo en el desprecio de las honras terrenas, así nos concedas acompañarle en la misma imitación y gloria: Tú que vives y reinas... Amén.
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