sábado, 9 de abril de 2016

Análisis de la Exhortación Apostólica post-sinodal "Amoris laetitia", del Papa Francisco (Parte I)

Como el hecho más destacable de esta Exhortación, por las consecuencias que pueda tener para la Iglesia, así como por la curiosidad que ha despertado en los medios de comunicación y, más concretamente, entre los fieles católicos, es lo referido a la Comunión eucarística de los adúlteros, aun a riesgo de extenderme más de lo que quisiera, voy a analizar pormenorizadamente éste y algunos otros puntos "conflictivos" del documento que me parecen destacables. Comenzaré por decir que es un hecho que hoy en día un gran número de fieles comulgan sin haber pasado previamente por el confesionario, es decir, estando en pecado mortal, mientras la autoridad competente, desde el simple sacerdote hasta el obispo, lo consiente y no dice nada al respecto, ni avisa del peligro real de condenación eterna para quien haga tal cosa. Es natural, pues, que los adúlteros consideren que ellos también pueden hacer lo mismo que el resto. De hecho, muchos lo harán. El problema ahora viene dado por la aceptación oficial de dicha praxis por parte de la más alta autoridad eclesiástica, contradiciendo al mismo Evangelio y el Magisterio bimilenario de la Iglesia, cuya máxima preocupación siempre ha sido, y ha de ser, la salvación de las almas, y no el bienestar material de las personas o el dar a los pecadores -que somos todos- una falsa tranquilidad de conciencia para que, aquellos que viven en estado permanente de pecado -como es el caso de los adúlteros- puedan seguir haciéndolo sin necesidad de arrepentimiento y enmienda de vida.

Dicho lo cual, comenzaré por la Introducción de esta Exhortación, que ya es, en sí misma, un despropósito. Como cualquiera puede comprobar al leerla, está llena de ambigüedades y eufemismos, como cuando habla de "profundizar cuestiones doctrinales y morales" o de "reflexión creativa de los pastores y teólogos para encontrar mayor claridad", en vez de decir claramente "cambiar la doctrina y la moral católicas". Como ya expliqué en la entrada anterior (ver aquí), los dogmas no "evolucionan", ni existe -como lo expresó el Cardenal Schönborn en la presentación del documento- ningún "desarrollo orgánico de la doctrina". Tal subterfugio, por parte de quienes pretenden cambiar la Doctrina y la Moral de la Iglesia con la excusa de una "profundización" o "comprensión mayor" a lo largo del tiempo, para hacerla decir lo contrario de como siempre lo ha entendido la Iglesia, está explícitamente condenado en el Canon III del capítulo IV, "Sobre la fe y la razón", de la Constitución dogmática del Concilio Vaticano I «Filius Dei» sobre la Fe Católica, como también señalé en la entrada anterior: "Si alguno dijere que es posible que en algún momento, dado el avance del conocimiento, pueda asignarse a los dogmas propuestos por la Iglesia un sentido distinto de aquel que la misma Iglesia ha entendido y entiende: sea anatema". Pues, pese a ello, el Papa Francisco no tiene ningún reparo en sostener que "en la Iglesia es necesaria una unidad de doctrina y de praxis, pero ello no impide que subsistan diferentes maneras de interpretar algunos aspectos de la doctrina o algunas consecuencias que se derivan de ella". Es decir, que puedan "interpretarse" de forma diferente a como siempre lo ha hecho la Iglesia. Exactamente lo que el Concilio Vaticano I condenó solemnemente. Y a continuación lo reitera, afirmando que "esto sucederá hasta que el Espíritu nos lleve a la verdad completa", como si la Iglesia llevara dos mil años conociendo sólo la verdad a medias o, lo que es peor, malinterpretándola y enseñando falsedades. Como puede verse, lo que se afirma en este documento, ya desde el principio, se opone frontalmente a lo que siempre ha creído y enseñado la Iglesia Católica.

El colmo del despropósito llega cuando el Papa Francisco afirma: "Luego me detendré en una invitación a la misericordia y al discernimiento pastoral ante situaciones que no responden plenamente a lo que el Señor nos propone". ¿Situaciones que no responden plenamente a lo que el Señor nos propone? Dios no nos propone cumplir o no cumplir sus Mandamientos: nos lo exige; y a quien no los cumple le asegura la condenación eterna. Palabra de Dios. Así, no es que el adulterio no responda a la exigencia de Dios: es que es totalmente contrario a la voluntad divina. Sexto Mandamiento del Decálogo: "No cometerás adulterio". ¿Qué "profundización" de la Doctrina puede hacer cambiar dicho Mandamiento y la aplicación práctica que de su incumplimiento se deriva? Quien comete adulterio peca contra Dios, y la Iglesia no tiene ninguna potestad para cambiar, ni mitigar, la voluntad divina, transmitida de forma invariable desde hace milenios, ni la consecuencia práctica que de ello se deriva: no se puede comulgar en pecado mortal, el cual sigue existiendo mientras no se haga propósito de la enmienda -de no volver a pecar y de evitar las ocasiones de pecado- y se confiese sacramentalmente. La absolución está sujeta, y sólo es válida, si existe dicho propósito. Al confesor se le puede engañar, pero a Dios no.

Más abajo, el punto 21 del primer capítulo, comienza con una afirmación que, a tenor de los conocimientos históricos y arqueológicos con los que hoy contamos, así como de las propias Sagradas Escrituras, no puede afirmarse: "Jesús mismo nace en una familia modesta", dice el Papa Francisco. Ni en las Sagradas Escrituras se dice tal cosa, ni la familia de un carpinterio podía considerarse "modesta" entonces, siendo una profesión liberal de la época y San José un "autónomo". Sin ser rica, habría sido lo que hoy podría ser considerada "de clase media" o, incluso, de "clase media alta". La "no pobreza" material de Jesús la podemos ver en varios detalles registrados en los Santos Evangelios, incluso ya en la época en la que Él mismo había renunciado voluntariamente a algunas cosas materiales para predicar la Buena Nueva, y de ahí que afirme que no tenía dónde reposar la cabeza: además de informarnos de que Jesús y los Apóstoles contaban con dinero -Judas lo administraba-, el propio Evangelio recalca de forma significativa un hecho más claro aún, a saber, que Nuestro Señor, hasta el día de su muerte, vestía como una persona rica, o cuanto menos, no como sería propio de alguien "modesto" o pobre, sino justo al contrario: llevaba una túnica de una sola pieza, que era una rareza; algo exclusivo y muy caro en la época, que en el momento de la Crucifixión ni los soldados quisieron dividir para repartir cada trozo, sino que la sortearon para que el ganador la conservase entera, ya que era muy valiosa. El "pauperismo" que algunos pretenden otorgar a Nuestro Señor, a su Iglesia y a los fieles -entre ellos, el Papa Francisco-, no se corresponde con la realidad histórica, ni con el aspecto teológico de la pobreza que se desprende de la enseñanza de Jesús reflejada en las Bienaventuranzas, que, como todo el mundo sabe, habla de la pobreza "de espíritu", y no de la material. Nadie es bienaventurado por ser pobre en el sentido de carecer de comodidades o, incluso, de los bienes materiales necesarios para la subsistencia del cuerpo, sino por anteponer el Reino de Dios a las cosas materiales, se tenga mucho o poco.

Tras varios apartados en los que el Papa Francisco vuelve a exponer su personal visión del mundo del trabajo y del ecologismo actual, trasladado a aquella época, llegamos al punto 27 de este capítulo, entrando ya en uno de los puntos polémicos de esta Exhortación, donde menciona "la escena que muestra a una adúltera en la explanada del templo de Jerusalén, rodeada de sus acusadores, y luego sola con Jesús que no la condena y la invita a una vida más digna" (cf. Jn 8,1-11). Si nos vamos al mencionado pasaje evangélico, comprobaremos que Nuestro Señor, pese a la afirmación del Papa, no "invita" a la adúltera a "una vida más digna". Literalmente le dice: "Vete, desde ahora no peques más". No es una sugerencia, sino que usa el imperativo. No la condena, como era propio en la época, tanto por cuestiones religiosas como sociales, pero a cambio le exige que deje de pecar, es decir, que cese su estado de adulterio. Nuestro Señor perdona el pecado, pero exige el cambio de vida. En ningún caso sugiere que no condene el adulterio -tanto físico como interior-, sino justo al contrario: condena el pecado, el adulterio en este caso, pero perdona al pecador arrepentido; el perdón está sujeto a que el pecador cambie de vida -de ahí la praxis de la Iglesia al exigir el propósito de la enmienda para que los pecados sean perdonados en el sacramento de la Confesión, de tal forma que si éste no existe, la confesión es inválida y sacrílega, no perdonándose ningún pecado-.

Así, llegamos al segundo capítulo, donde el Papa aclara que esta Exhortación, además de su propia opinión, recoge las opiniones expresadas por los Padres sinodales -aunque, ciertamente, sólo lo hace con aquellas que coinciden con la suya propia, sin hacer mención de las objeciones y opiniones contrarias, que las hubo, y de figuras muy representativas de la Iglesia-, durante las sesiones del Sínodo Extraordinario de la Familia de 2014 y 2015, que, obviamente, el Papa también hace suyas.

En el punto 32 habla del "cambio antropológico-cultural hoy". Sin duda, éste existe; pero no menciona qué lo ha motivado: no una evolución natural de la sociedad, sino la ingeniería social impuesta desde arriba, fundamentalmente desde el ámbito político nacional e internacional, dirigido por una minoría con poder, que no recoge ni quiere dar respuesta al sentir mayoritario de la sociedad, a la que imponen modelos preestablecidos por ellos. Es sólo después, cuando las legislaciones que impulsan dichos modelos ya se han asentado y la sociedad los "tolera" -gracias al bombardeo mediático y al adoctrinamiento ejercido a través de los sistemas educativos estatales-, cuando las personas que conforman la sociedad comienzan a actuar de esa determinada manera, al ver ya como "normal" situaciones que antes eran impensables. Así, podríamos citar el caso de las madres solteras, del divorcio -incluido el más reciente "repudio exprés"-, de las uniones civiles y las parejas de hecho -amancebamiento o concubinato-, de la anticoncepción, del aborto, de las uniones homosexuales, y pronto de la eutanasia. En ninguno de estos casos existía, al momento de legislar sobre cada una de estas materias, una demanda social mayoritaria que exigiese una legislación favorable a dichas aberraciones. Las mentes "iluminadas" impulsoras de estas "novedades", más que pensar que éstas serían "buenas" para la sociedad, sabían muy bien que lo que harían era terminar con la sociedad y la moral imperante, que en el mundo Occidental era la cristiana. Sabían muy bien lo que hacían: si algo es legal, inmediatamente la sociedad comenzará a aceptarlo como algo, si no bueno, al menos "no tan malo" o condenable. Eso, y el progresivo aumento de personas que recurren a esos "nuevos" avances sociales, hace que la moral se vaya adormeciendo y la aceptación del mal, o al menos el silencio para no ser tachado de antiguo o "retrógrado", permitan que los casos aumenten hasta convertirse, si no en la norma, al menos en algo aceptado y aceptable socialmente, sin mayores consideraciones de tipo ético y moral: "si todo el mundo lo hace, ¿por qué yo no? No será tan malo". Si a todo ello sumamos los constantes ataques a la Iglesia abiertos en numerosos frentes para restarle autoridad moral, sobre todo a través de los medios de comunicación, pero también reflejada en la pretensión de impedir la educación moral católica desde la infancia, intentando eliminar la enseñanza de la Religión en las escuelas, o la pretendida eliminación de la esfera pública de cualquier manifestación de religiosidad -prohibición de la asistencia de cargos públicos a actos religiosos, intento de suprimir procesiones, nombres de calles con connotaciones o vínculos religiosos, etc.- el camino para ese "cambio antropológico-cultural" ya está despejado del todo.

En los puntos 35 y 36 el Papa adopta una actitud inédita en la Iglesia, renunciando, no ya a condenar el mal, sino incluso a denunciar los errores, aceptando éstos "sin pretender imponer normas por la fuerza de la autoridad", por considerarlo algo que "no tiene sentido", pero aceptando en cambio, con esa falta de condena, las normas contrarias, que sí se imponen por la fuerza de la autoridad. Sorprende que el Papa culpe a la propia Iglesia de provocar esos males por haber enseñado la Verdad y, en razón de dicha enseñanza, no haber tolerado la difusión de los errores, que él menciona eufemísticamente como "la forma de tratar a las personas", como si la Iglesia debiera haber aceptado, o al menos guardado silencio, ante el mal cometido por éstas y las consecuencias del mismo, tanto individuales -y no sólo en el plano material, sino especialmente en el plano espiritual-, como para el conjunto de la sociedad. En el mismo punto contradice directamente el Magisterio Pontificio precedente, al afirmar que el fin procreativo del matrimonio ha opacado el fin unitivo del mismo, al que parece querer anteponer éste, cuando la Iglesia enseña que, sin descartarlo, el fin primario del matrimonio consiste en la procreación y educación de la prole (Carta Encíclica "Casti connubii", sobre el Matrimonio cristiano, de S. S. Pío XI, punto nº 17). Para quienes "sospechen" del Magisterio anterior al Concilio Vaticano II -como si fuera malo o estuviera equivocado, y éste pudiera cambiarlo o lo hubiese hecho-, pueden comprobar que también "Gaudium et Spes" incide en lo mismo, afirmando que el matrimonio y el amor conyugal están ordenados por su propia naturaleza a la procreación y a la educación de los hijos: "El mismo Dios que dijo: no es bueno que el hombre esté solo [...] queriendo comunicarle una participación especial en su propia obra creadora, bendijo al hombre y a la mujer diciendo: creced y multiplicaos". Este documento dice que toda la estructura de la vida familiar, sin menospreciar otros fines del matrimonio, tiende a capacitar a los esposos para cooperar valerosamente con el amor del Creador [pro-creando]. En la misma línea se manifestó San Juan Pablo II: "El mismo Dios, que dijo «no es bueno que el hombre esté solo» (Gn 2, 18) y que «hizo desde el principio al hombre, varón y mujer» (Mt 19, 4), queriendo comunicarle cierta participación especial en su propia obra creadora, bendijo al varón y a la mujer diciendo: «Creced y multiplicaos» (Gn 1, 28)" (Evangelium Vitae).

El Papa Francisco, rompiendo con todo el Magisterio precedente, también culpa a la Iglesia, que siempre ha presentado el sacramento del Matrimonio tal y como lo quiere Dios mismo, como poco atractivo en la actualidad por ser demasiado "ideal", y da a la conciencia individual -presuponiendo que ésta está bien formada, cuando la realidad nos muestra que mayoritariamente no lo está- un valor absoluto que no tiene: es la conciencia la que debe adaptarse a la Moral objetiva y no a la inversa. De nuevo, el Papa Francisco vuelve a decir en este punto lo opuesto al Magisterio de la Iglesia, llegando a poner en entredicho incluso lo expresado en la Declaración del Concilio Vaticano II "Dignitatis humanae": «Los cristianos, al formar su conciencia, deben atender con diligencia a la doctrina cierta y sagrada de la Iglesia. Pues, por voluntad de Cristo, la Iglesia católica es maestra de la verdad y su misión es anunciar y enseñar auténticamente la Verdad, que es Cristo, y, al mismo tiempo, declarar y confirmar con su autoridad los principios de orden moral que fluyen de la misma naturaleza humana» (Dignitatis humanae).

En el punto 38, de nuevo, vuelve a sugerir que es culpa de la Iglesia el rechazo del mundo actual al ideal cristiano, por haber presentado la enseñanza de Cristo, en relación con el matrimonio y la familia, de forma equivocada, pues, aun reconociendo que Nuestro Señor proponía un ideal exigente, recalca que "nunca perdía la cercanía compasiva con los frágiles, como la samaritana o la mujer adúltera". Vuelve a callar en este punto que Él no condescendía con el pecado, sino que a los pecadores les exigía cambiar de vida, no sólo en teoría, sino precisamente en la práctica. Si el mundo actual rechaza a Cristo, es precisamente porque se ha difundido un ideal hedonista y no quiere cumplir las exigencias que conlleva poner en práctica lo que Jesús enseñó.

En el punto 42 se refiere a la anticoncepción, rechazada sin paliativos por la Iglesia, apelando a que "la conciencia recta de los esposos, cuando han sido muy generosos en la comunicación de la vida, puede orientarlos a la decisión de limitar el número de hijos por motivos suficientemente serios". Seamos francos: esos motivos "serios" no se producen casi nunca en la mayoría de los matrimonios que, desobedeciendo el Magisterio de la Iglesia, recurren al uso de anticonceptivos, además de que, como ya he dicho antes, en la mayor parte de los casos no existe esa presunta "conciencia recta" de los esposos -de la que suelen carecer, pues la autoridad eclesiática competente, salvo excepciones, ya no enseña Moral católica, ni la fomenta-, sino que tratan de subordinar la Moral objetiva a sus deseos subjetivos. El Papa Pío XI enseñó que "cualquier uso del matrimonio, en el que maliciosamente quede el acto destituido de su propia natural virtud procreativa, va contra la ley de Dios y contra la ley natural, y los que tal cometen se hacen culpables de un grave delito" (Casti Connubii). También el Catecismo de la Iglesia Católica y el Papa Pablo VI, en la Encíclica "Humanae Vitae", afirman que es intrínsecamente mala "toda acción que se proponga como fin o como medio hacer imposible la procreación (Catecismo 2370; Humanae vitae 14)". Pero desde los años 60 del siglo pasado, justo coincidiendo con el final del Concilio Vaticano II y el Mayo del 68 francés, que fueron los años de formación en el Seminario del actual Papa, se fue produciendo una desobediencia generalizada por parte de muchos obispos y sacerdotes al propio Magisterio de la Iglesia en materia conyugal. ¿Cómo fue posible tal cosa? Lo explica muy bien el P. Iraburu: Primero desvincularon la pastoral conyugal y sexual de la Doctrina, consiguiendo con ello soslayar el Magisterio de la Iglesia por la vía de los hechos. Luego, la pastoral comenzó a tolerar la anticoncepción, guardando silencio sistemáticamente sobre la moral católica referida al ámbito conyugal, tanto en las predicaciones, como a través del confesonario, de las publicaciones, o de los cursillos prematrimoniales, donde era habitual que la regulación natural de la natalidad se presentara como una opción más, y no la más "fiable", entre otras posibles, dejando a la conciencia de los cónyuges la elección -exactamente lo que ha dicho el Papa Francisco ahora-. Finalmente, llegó un punto en el que esperar que los matrimonios se ciñesen a la moral conyugal católica recurriendo a la exposición clara de la Doctrina ya era algo innecesario, pues en la práctica ya se había conseguido "puentearla" por la vía "pastoral". No cabe la menor duda de que la dejación de su función docente por parte de las autoridades eclesiásticas ha facilitado que las políticas de ingeniería social ya mencionadas, impuestas desde arriba, hayan calado más facilmente en la población, que carece de la suficiente formación moral para rechazarlas, como cabría esperar y sería deseable.

En el punto 54, algunos principios sostenidos por el feminismo y la actualmente omnipresente ideología de género son asumidos personalmente por el actual Pontífice, llegando al paroxismo al afirmar que "si surgen formas de feminismo que no podamos considerar adecuadas, igualmente admiramos una obra del Espíritu en el reconocimiento más claro de la dignidad de la mujer y de sus derechos". Según se deduce de esta extraña idea, el Espíritu Santo habría sido cruel e injusto con las generaciones precedentes, pues permitió que se mantuviera la supuesta marginación de las mujeres durante miles de años, decidiéndose a actuar e inspirar ese "reconocimiento más claro" de su dignidad y derechos, sólo en las últimas décadas. Evidentemente, yo no puedo suscribir estas raras opiniones personales del Papa. La dignidad de la mujer es otra cosa que nada tiene que ver con lo que sostiene el feminismo ni, mucho menos, este tipo de ideología de género que, además, es totalmente anticristiana y perseguidora de la Iglesia y su Moral.

Más adelante, en el punto 56, habla de la procreación artificial, pero sin hacer mención del principal hecho inmoral que se deriva de su práctica: el asesinato de miles de niños en estado embrionario, al decantarse quien lo realiza sólo por uno o varios embriones, considerados "viables", durante el proceso de reproducción asistida, y "eliminando" al resto -matándolos y tirándolos a la basura-. No se trata sólo, pues, de que se deshumanice la reproducción humana al desvincularla del amor y la sexualidad: se trata, por encima de todo, del respeto a la vida humana y la prohibición divina de acabar con ella: "No matarás" (5º Mandamiento del Decálogo).

(La Parte II de este análisis puede leerse en este enlace).

12 comentarios :

  1. Gracias por sus explicaciones de un documento tan ambigüo. Dios los bendiga.

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  2. Más daño que las locuras y herejías malévolas de ese sujeto, que le lanza un envite a Dios, me lo causa el escuchar que aún se le llama vicario de Cristo. No se da usted cuenta que todo lo que justamente denuncia se va al garete cuando lo legítima llamándolo "papa Francisco"?. Y otra cosa: de texto ambiguo nada. Es claro y diáfano el mensaje que manda, para el que lo quiera ver, claro. Este documento es una basura protestante. Blasfemo. Se carga la Doctrina de un plumazo.


    @olorapescadero

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    1. Déjeme aclarar algo, que no por tan obvio deja de ser menos clarificador: las opiniones personales de un señor anónimo casi octogenario -me refiero a un supuesto Jorge Mario Bergoglio que no fuera Papa, esto es, la máxima autoridad jerárquica de la Iglesia Católica-, no merecerían que yo le dedicara ni una sola línea, ni probablemente que usted hubiera leído esta entrada y se hubiese molestado en escribir su comentario. Reconozca que, si no se tratase del Papa, ninguno de los dos habríamos perdido el tiempo en escribir, leer y comentar un análisis de ese supuesto viejecito anónimo. Pero sí se trata del Papa, y de ahí la importancia de lo aquí expuesto. No me he andado con rodeos: cuando un pasaje es ambiguo, así lo digo; y cuando en el documento se afirma algo que es falso, también lo digo. No se pierda las siguientes partes del análisis. Gracias por su comentario.

      Un saludo, en Cristo,

      CATHOLICVS

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    2. Recuerda al Pequeño Nicolás? Dejó de ser anónimo sin ser nunca lo que se dijo que era: agente del CNI. La gente traga con lo que le echen. Son manipulables. Su razonamiento, por tanto, sobre el porqué Bergoglio es papa me ha defraudado. Tampoco quiero que nos encharquemos en una disputa. Yo sencillamente afirmó entre otras razones que Jorge Mario Bergoglio no es papa de la Iglesia católica por ser un consumado hereje antes de ocupar la Sede de Pedro.


      @olorapescadero

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  3. He leído el documento... Y me parece un análisis un poco "a matar"; tendencioso (no quiero atribuir ninguna connotación despectiva al término). Me parece que si se juzga con neutralidad el documento merece más alabanzas que recriminaciones.

    Me ha gustado la forma de tratarlo aquí: http://www.democresia.es/2016/04/la-exhortacion-amoris-laetitia-en-10-puntos/ Me parece que hace una lectura de determinados puntos ambiguos (todos sabemos que el Papa se ha expresado en más ocasiones con torpeza, pero creo que no hay razón para alarmarse acerca de su concepción doctrinal) completa, y teniendo en cuenta pasajes separados en el espacio pero que se completan mutuamente.

    De todos modos, gracias por tu tiempo y dar este enfoque. Es un trabajado. Un fuerte abrazo. Unidos en la fe

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    1. En primer lugar, darle las gracias por expresar su opinión. En segundo lugar, aclararle que "tendencioso" significa que algo o alguien manifiesta parcialidad, obedeciendo a ciertas tendencias, ideas, etc. Eso es precisamente lo que yo veo en el documento analizado. A mí, lo único que me mueve es el amor a Dios y, por tanto, a la Verdad. ¿Cree que a algún católico le gusta o alegra la perspectiva de que quien ocupa la cátedra de San Pedro enseñe el error o ponga en peligro la salvación del alma inmortal de los fieles que tiene a su cargo por expreso mandato de Nuestro señor? Créame que no.

      Obviamente, yo también he leído el documento. Y no sólo el documento, sino también sus notas y los documentos escriturísticos y magisteriales a los que hace referencia -no sólo las frases que de éstos saca de contexto, sino los documentos completos-. De dicha lectura, como puede comprobar usted mismo, sólo veo una cosa: o bien se citan a medias -cortando la parte que no interesa-, o bien se tergiversan, para hacerles decir justo lo contrario de lo que en realidad dicen. Hacer tal cosa sí parece responder a unas ideas preconcebidas, que además no concuerdan con lo que siempre ha enseñado la Iglesia. Si el documento contiene cosas positivas, éstas quedan opacadas por ésas otras que son, unas veces ambigüas, y otras directamente erróneas. Y esta valoración se desprende del cotejo del texto con el Magisterio precedente, especialmente el del Papa Pablo VI y el de San Juan Pablo II, que son los Pontífices a los que más se cita en la Exhortación, precisamente para, retorciendo el lenguaje empleado por ellos, o citando a medias frases entresacadas de sus documentos, afirmar o sugerir -tendenciosamente- justo lo contrario de lo expresado por su nítida e inequívoca enseñanza y por todo el Magisterio precedente. Sin duda, en algún momento alguien tendrá que hacer alguna clarificación para enmendar este entuerto.

      Le reitero mi agradecimiento por emplear su tiempo en leer mi análisis y comentarlo.

      Un cordial saludo, en Cristo,

      CATHOLICVS

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  4. Este artículo acaba de hacerse famoso gracias a un «periodista» cretino de El País, posiblemente con falta de comprensión lectora, que se lo ha atribuido al P. Iraburu:

    http://infocatolica.com/blog/reforma.php/1604151218-bedoya-atribuye-falsamente-a

    Felicidades por la profundidad y perspicacia del análisis: la excrementación es más horrible de lo que pensaba. Espero con ansia las continuaciones.

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    1. Muchas gracias por el aviso. No puedo creer que un "periodista" atribuya lo escrito por mí al P. Iraburu. ¿Ahora ya se puede aprobar la carrera de Periodismo sin saber leer? Me refiero a comprensión lectora. En el texto puede verse perfectamente que cito al P. Iraburu, en un punto muy concreto, en tercera persona. Además de que lo a él atribuido se circunscribe sólo a lo señado por mí en esa parte del texto, ¿cómo podría ser el P. Iraburu y hablar de mí mismo en tercera persona? Encima, tanto ese artículo de El País, como el blog del P. Iraburu donde aclara que él no ha escrito mi análisis, no permiten poner comentarios, por lo que no puedo aclararlo directamente.

      La continuación de este análisis ya la puede leer en las entradas que posteriormente, a lo largo de toda esta semana pasada, he publicado aquí, en mi blog. Ésta es la primera parte, pero ya he escrito hasta la cuarta parte.

      Un cordial saludo, en Cristo,

      CATHOLICVS

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  5. Así se habla, sin miedo.Ahora se agitan las banderas republicanas rabiosas, de los de siempre.
    Cuando un Papa, es ensalzado por un panfleto rojo de tal calaña, mal asunto.De hecho sólo hay que ver el numerito que ha montado con los refugiados, que se los lleva "a casita".Allí podrá orar con ellos cara a la Meca, mientras pide a los cristianos que olviden el dogma cada día un poco más.
    Mañana pasado nos pedirá que oremos con sus refugiados, aunque sólo sea una vez con el Corán, por "ecumenismo".En vez de llevárselos, convertidos y bautizados.

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  6. Sr. Catholicus:

    En medio del marasmo dialéctico actual de la teología abaratada por la obsesión de ser sumisos a la persona física del Papa, sin poner por encima la intención de ser obedientes a Dios, Jesucristo nuestro Dios y Señor, y sin observar que el sometimiento al Papa es lícito sólo en la medida en que dicha sumisión lo es a Cristo,Dios y Hombre Salvador, de que el Pontífice es Vicario, pero en ningún caso Dios, ni con los derechos y prerrogativas de Dios mísmo, la crítica teológica de V.m. es lo que no son las lamepiés aprobaciones externamente entusiástas de los siervos del hombre con poder fáctico, la que acabo de leer es: libre y ecuánime, lejos de la demagogia aduladora y de propaganda chusmista, pauperista, miserabilizante, antinoble, antiaristocrática, anticlásica, antitradicionalista y anticatólica larvada, o, al menos, tibiamente católica,de la élite episcopal adepta y adicta al régimen pseudodemocratista al que ensalzan y evitan censurar clara, terminantemente, cuando no lo dejan sin crítica, ni condena, en absoluto.
    Me consta, en primera persona, la depravación que se ha impuesto, en grado alarmante, dentro del aparato externo de la "Congregación para la Doctrina de la Fe". Poco a poco, en cuanto me lo permiten mis estrecheces, voy publicando opusculos y documentos sobre el proceder infame e injustamente infamante que el Prefecto de ese dicasterio y su Mons. Mar han usado contra mí, como clérigo de la Santa Iglesia Católica y como Sacerdote de Jesucristo, al que han atacado confesando su oposición a mis posiciones que despachan con el calificativo de afirmaciones "nazifascistas" que no reportan. Han llegado al extremo de maldad de la calumnia, el vilipendio y mi por su lado más alevosa indefensión jurídica, con el fin de despojarme de mi Estado Clerical y privar al Pueblo de Dios, del ejercicio de mi "Sagrado Ministerio", incluido el de la Predicación como "Ministro Público" de la Iglesia. No se han atrevido a ejecutar la pena, cosa que depende sólo del Romano Pontífice, por cuanto escribo estas líneas cual miembro del Clero Católico, sin que se me haya aplicado suspensión alguna "a divinis". Hace muchos años obtuve el "celebret" de la P. C. Eclessia Dei, para celebrar en Rito Tridentino, y soy afecto al Rito anterior a la reforma de 1954.

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  7. (2ª parte de mi carta):

    En estas circunstancias no es útil la mencionada Congregación para que admita siquiera una tilde del estudio crítico de V.m., por cierto imparcial.
    No obstante lo dicho, ha debido Vd. servirse recurrentemente de su intuición racional, eligiendo el sentido más probable de las palabras pontificias que examina y confuta. Los juicios emitidos por Vd. adolecen del defecto inevitable de todo razonamiento que opta por usar palabras inequívocas, lo más perfectamente posible contrapuestas a cualquier ambigüedad. Eso es lo que nos pasará a todos cuantos nos atrevemos a usar conceptos "Claros y Distintos" (Descartes)y términos contextualnecesariamente unívocos en una crítica a pensamientos vagos, equívocos, ambiguos, o los que fueren frecuentemente confusos y propiciadores de confusión, o error, a veces también por la índole mísma de dichos vocablos e ideas, su plurivalente anclaje contextual y la ingenuidad, credulidad, vulnerabilidad, debilidad espiritual y mental de muchos destinatarios poco instruidos.
    Voy a escribir en mi blog (ricardodepereablog.wordpress.com [mis otros dos: ricardodeperea.wordpress.com y Rodherich.wordpress.com]) una crítica, siempre respetuosa y "constructiva" sobre más puntos de la susodicha Exhortación Apostólica, los referidos a la "Ideología de Género", la vida conyugal y asuntos relacionados. Dada la singularidad de algunos de mis pensamientos en otros opúsculos de mis blogs, es muy posible que Vd. no los condivida. "In Fide unitas, in dubiis libertas et in omnibus Charitas". No puedo garantizarle no equivocarme nunca, pero sí mi voluntad sincerla de evitarlo, con la Gracia de Dios.

    Su instrucción es la de un docente sabio, científico, riguroso, me ha enriquecido mucho. Desearía glosar o comentarlo. Ojalá tenga tiempo para ello, bajo la cortesía de que me diere V.m. beneplácito. Muchas gracias de todo corazón.

    Sería para mí un honor saber su nombre. Si accede a mi humilde petición, puede escribirme a mi blog más usado (ricardodepereablog.wordpress.com , a cualquiera de mis artículos o "entradas"; si lo desea, no serán publicadas con su nombre, o cancelaría luego el mensaje. Sea como fuere, reciba atentamente el testimonio de mi aprecio y consideración más distinguida.

    Suyo afmº. en Cristo Nuestro Señor y María Santísima

    Ricardo de Perea y González, Pbrº.
    U.I.O.G.D.

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  8. Errata, corrige:

    Desearía glosarla o comentarla

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