Ya en el siglo XVI se celebraba en España una fiesta de la Sangre de Cristo. La solemnidad actual fue instituída para toda la Iglesia por Pío IX en 1849, en acción de gracias por la reconquista de Roma, que esclavizada por el liberalismo y las sectas, se había rebelado el año anterior contra el Romano Pontífice. Pío IX elevó el rito a doble de 1ª clase.
Jesucristo, hermoseado con la púrpura triunfal de su Sangre, es el Pontífice del Nuevo Testamento, que nos abre las puertas del cielo (Epíst.-Secr.). La última salió de su precioso costado abierto por la lanza (Evang.). Celebremos con júbilo el triunfo de la Sangre Redentora, precio de nuestro rescate (Intr.-Col.).
OREMVS
OMNIPOTENS SEMPITERNE DEVS QVI VNIGENITVM FILIVM TVVM MVNDI REDEMPTOREM CONSTITVISTI AC EIVS SANGVINE PLACARI VOLVISTI CONCEDE QVAESVMVS SALVTIS NOSTRAE PRETIVM SOLEMNI CVLTV ITA VENERARI ATQVE A PRAESENTIS VITAE MALIS EIVS VIRTVTE DEFENDI IN TERRIS VT FRVCTV PERPETVO LAETEMVR IN CAELIS PER EVDEM DOMINVM... AMEN
Oremos
Omnipotente y sempiterno Dios, que constituiste a tu Unigénito Hijo Redentor del género humano, y quisiste aplacarte con su Sangre: rogámoste nos concedas de tal modo venerar con solemne culto el precio de nuestra salvación, y por su virtud ser preservados en la tierra de los males de la vida presente, que gocemos para siempre de su fruto en el cielo. Por N.S.J.C. ... Amén.
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