La Octava de Navidad la ha dedicado el Calendario Litúrgico a la solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Los católicos confesamos nuestra fe en María, Madre de Dios y nuestra firme convicción de que su Hijo es el Hijo de Dios encarnado. Comienza así el año civil, pidiendo la bendición y el favor de Dios. ¡Feliz Año Nuevo a todos!
La fiesta de la Circuncisión
Primitivamente, el 1º de enero conmemorábase en la liturgia la octava de Navidad, con alusiones especiales a la Maternidad de la Sma. Virgen; pero no era día de fiesta religiosa. Éralo, en cambio, de diversiones paganas, en desagravio de las cuales prescribió la Iglesia a los cristianos, primero preces públicas de penitencia, y luego, para mayor eficacia, contrapuso la fiesta de la Circuncisión a la del dios Jano. Es la que con carácter de obligatoria hoy celebramos, para santificar con ella la entrada del nuevo año civil.
Probablemente la fiesta de la Circuncisión es de origen galicano, e institución del siglo VI. En el VII y siguientes hizo su entrada en Italia, en España y entre los celtas; pero Roma no la admitió hasta más tarde ; quizá en el siglo IX. Y al admitirla, si bien se atuvo al objeto propio de la fiesta, que era honrar la Circuncisión del Niño Jesús, se guardó muy mucho de no privar a la Santísima Virgen del recuerdo honorífico que de su Maternidad se venía haciendo en la liturgia de ese día. Al efecto, aunó en un mismo Oficio y festividad, los tres misterios a saber: el de la Circuncisión, el de la Maternidad de María y el de la octava de Navidad. Los textos litúrgicos de la fiesta tan pronto se refieren a uno como a otro.
Anteriormente a la fiesta de la Circuncisión, y luego conjuntamente con ella, se celebró en muchas iglesias la fiesta llamada ad probibéndum ab idólis (para apartar de los ídolos), con textos y preces muy a propósito para infundir horror contra las supersticiones y prácticas paganas que en las salidas y entradas del año estaban en uso. En reglones donde la fiesta de Jano, a quien se le atribuía el oficio de abrir el nuevo año, hacia mayores estragos, los obispos se vieron precisados a ordenar, además, ayunos, letanías y oraciones de penitencia en expiación de las saturnales paganas; un poco por el estilo de las XL Horas con que hoy se expían los excesos de Carnaval. Poco a poco y merced a esta poderosa campaña litúrgica y a las valientes protestas de los obispos y sacerdotes desapareció la fiesta oficial del dios Jano, y con ella su contraria ad prohibéndum ab idólis; pero Jano, además de inmortalizar su nombre dándosele al mes de enero (en latin januarius); perpetuó también su mal espíritu, del que participan no poco las diversiones que hoy mismo se organizan para despedir y saludar el año. (fuente: Stat Veritas)
La fiesta de la Circuncisión
Primitivamente, el 1º de enero conmemorábase en la liturgia la octava de Navidad, con alusiones especiales a la Maternidad de la Sma. Virgen; pero no era día de fiesta religiosa. Éralo, en cambio, de diversiones paganas, en desagravio de las cuales prescribió la Iglesia a los cristianos, primero preces públicas de penitencia, y luego, para mayor eficacia, contrapuso la fiesta de la Circuncisión a la del dios Jano. Es la que con carácter de obligatoria hoy celebramos, para santificar con ella la entrada del nuevo año civil.
Probablemente la fiesta de la Circuncisión es de origen galicano, e institución del siglo VI. En el VII y siguientes hizo su entrada en Italia, en España y entre los celtas; pero Roma no la admitió hasta más tarde ; quizá en el siglo IX. Y al admitirla, si bien se atuvo al objeto propio de la fiesta, que era honrar la Circuncisión del Niño Jesús, se guardó muy mucho de no privar a la Santísima Virgen del recuerdo honorífico que de su Maternidad se venía haciendo en la liturgia de ese día. Al efecto, aunó en un mismo Oficio y festividad, los tres misterios a saber: el de la Circuncisión, el de la Maternidad de María y el de la octava de Navidad. Los textos litúrgicos de la fiesta tan pronto se refieren a uno como a otro.
Anteriormente a la fiesta de la Circuncisión, y luego conjuntamente con ella, se celebró en muchas iglesias la fiesta llamada ad probibéndum ab idólis (para apartar de los ídolos), con textos y preces muy a propósito para infundir horror contra las supersticiones y prácticas paganas que en las salidas y entradas del año estaban en uso. En reglones donde la fiesta de Jano, a quien se le atribuía el oficio de abrir el nuevo año, hacia mayores estragos, los obispos se vieron precisados a ordenar, además, ayunos, letanías y oraciones de penitencia en expiación de las saturnales paganas; un poco por el estilo de las XL Horas con que hoy se expían los excesos de Carnaval. Poco a poco y merced a esta poderosa campaña litúrgica y a las valientes protestas de los obispos y sacerdotes desapareció la fiesta oficial del dios Jano, y con ella su contraria ad prohibéndum ab idólis; pero Jano, además de inmortalizar su nombre dándosele al mes de enero (en latin januarius); perpetuó también su mal espíritu, del que participan no poco las diversiones que hoy mismo se organizan para despedir y saludar el año. (fuente: Stat Veritas)
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