Hace mucho tiempo que no escribía ninguna entrada de Cine y películas sobre sacerdotes. Exactamente nueve meses (ver aquí). Al mirar cuál fue la última de estas entradas, me he dado cuenta de que fue sobre la cinta "Un Dios prohibido", estrenada el pasado mes de junio de 2013, que justamente es sobre la que quería hablar. En su momento di los datos oficiales y la sinopsis, pero, tras verla, me gustaría hacer varios comentarios sobre ella. La película me ha gustado en líneas generales, si bien el guión ha intentado no enfadar demasiado al público anticlerical. Algo absurdo, teniendo en cuenta que dicho público no iba a ir a verla. Entrando en materia, voy a poner varios ejemplos de a qué me estoy refiriendo:
En una de las escenas, concretamente la de la quema de "muebles" del seminario, hay que ver qué buenos son presentados los anarquistas, que quieren salvar los "muebles", porque son últiles (sic), del malísimo populacho, que nada tenía que ver con ellos... El único comentario sobre la quema de las imágenes sagradas aparece más adelante en otra frase antológica: "mejor quemar santos de madera que gente de carne y hueso", le dice el cabecilla a otro anarquista cuando éste le cuenta que están haciendo hogueras delante de las iglesias. El problema es que en la realidad quemaron iglesias, imágenes sagradas... y también a la gente "de carne y hueso".
En otra de las escenas, durante un registro al seminario, el cabecilla de los anarquistas dice: "aquí no se mata a nadie sin juicio". Naturalmente: ¿a que todo el mundo sabe que los anarquistas no asesinaron a nadie sin juicio? Pues eso.
Otros detalles de la película muestran cosas impensables en aquella época, como el hecho de que los seminaristas comulgaran de pie; aunque el colmo de las escenas imposibles es cuando éstos, en otra escena, "autocomulgan", y encima con la Sagrada Hostia ¡metida en bocadillos! Eso no ha ocurrido jamás, ni en guerra, ni fuera de ella. También cuando uno de ellos miente a una miliciana para que ésta no hable con otro de los seminaristas y evitar que le tiente. Impensable que un seminarista, en vísperas de morir, mienta.
Algunas conversaciones resultan ciertamente "graciosas": mientras comulgan los seminaristas, un anarquista le dice al cabecilla que 'eso no está bien', a lo que el otro contesta que ya, pero que "no los puede dejar allí porque la gente les quemaría vivos esa noche". Menos mal que estaban ellos para salvarles de gente tan "mala"... Además, su intención sólo era 'reeducarles', según comentan.
Otra frase de antología: hablando los seminaristas detenidos de la situación, dicen que es normal que los anarquistas desconfíen de ellos, y uno dice que el problema es que "la Iglesia se ha alejado de los pobres"... Parece increíble que a día de hoy se siga justificando la perversa idea que llevó a la muerte a miles de católicos en los años 30 del siglo pasado, y encima poniéndola en boca de los propios seminaristas. Ni eso era verdad, ni aunque lo hubiera sido hacía a los católicos reos de muerte. ¿Al gitano Ceferino Giménez "el Pelé", que era pobre, también le asesinaron por haberse alejado de los pobres? ¡Ya está bien de patrañas y de justificar a los asesinos!
En general, toda la película está llena de disculpas, si no loas, a los anarquistas, que eran muy caritativos y buena gente, como es de dominio público. Ejemplos: al detener al obispo de Barbastro -al que asesinaron-, uno de los cabecillas no deja que otro anarquista le ate; además, los buenísimos anarquistas de esta cinta les sueltan frases a los seminaristas como "los anarquistas no os odiamos, odiamos lo que representa vuestro hábito"; cuando llegan los anarquistas de Barcelona el cabecilla local quiere impedir que arrasen la ciudad y provoquen una masacre...
También hay algunos anacronismos, como cuando aparece el monje barbero, al que un seminarista le da las gracias y dice que ya sólo le falta "una ducha".
Naturalmente, la película evita escenas escabrosas, como el asesinato del gitano "El Pelé", hoy Beato Ceferino Giménez, o la tortura y asesinato de Mons. Florentino Asensio Barroso, obispo de Barbastro, del que he hablado más arriba.
En fin, que aunque la película merece ser vista, adolece de corrección política, quizás para ampliar el público a quien se dirige, aunque no creo que haya logrado ese objetivo adornando la realidad.
En una de las escenas, concretamente la de la quema de "muebles" del seminario, hay que ver qué buenos son presentados los anarquistas, que quieren salvar los "muebles", porque son últiles (sic), del malísimo populacho, que nada tenía que ver con ellos... El único comentario sobre la quema de las imágenes sagradas aparece más adelante en otra frase antológica: "mejor quemar santos de madera que gente de carne y hueso", le dice el cabecilla a otro anarquista cuando éste le cuenta que están haciendo hogueras delante de las iglesias. El problema es que en la realidad quemaron iglesias, imágenes sagradas... y también a la gente "de carne y hueso".
En otra de las escenas, durante un registro al seminario, el cabecilla de los anarquistas dice: "aquí no se mata a nadie sin juicio". Naturalmente: ¿a que todo el mundo sabe que los anarquistas no asesinaron a nadie sin juicio? Pues eso.
Otros detalles de la película muestran cosas impensables en aquella época, como el hecho de que los seminaristas comulgaran de pie; aunque el colmo de las escenas imposibles es cuando éstos, en otra escena, "autocomulgan", y encima con la Sagrada Hostia ¡metida en bocadillos! Eso no ha ocurrido jamás, ni en guerra, ni fuera de ella. También cuando uno de ellos miente a una miliciana para que ésta no hable con otro de los seminaristas y evitar que le tiente. Impensable que un seminarista, en vísperas de morir, mienta.
Algunas conversaciones resultan ciertamente "graciosas": mientras comulgan los seminaristas, un anarquista le dice al cabecilla que 'eso no está bien', a lo que el otro contesta que ya, pero que "no los puede dejar allí porque la gente les quemaría vivos esa noche". Menos mal que estaban ellos para salvarles de gente tan "mala"... Además, su intención sólo era 'reeducarles', según comentan.
Otra frase de antología: hablando los seminaristas detenidos de la situación, dicen que es normal que los anarquistas desconfíen de ellos, y uno dice que el problema es que "la Iglesia se ha alejado de los pobres"... Parece increíble que a día de hoy se siga justificando la perversa idea que llevó a la muerte a miles de católicos en los años 30 del siglo pasado, y encima poniéndola en boca de los propios seminaristas. Ni eso era verdad, ni aunque lo hubiera sido hacía a los católicos reos de muerte. ¿Al gitano Ceferino Giménez "el Pelé", que era pobre, también le asesinaron por haberse alejado de los pobres? ¡Ya está bien de patrañas y de justificar a los asesinos!
En general, toda la película está llena de disculpas, si no loas, a los anarquistas, que eran muy caritativos y buena gente, como es de dominio público. Ejemplos: al detener al obispo de Barbastro -al que asesinaron-, uno de los cabecillas no deja que otro anarquista le ate; además, los buenísimos anarquistas de esta cinta les sueltan frases a los seminaristas como "los anarquistas no os odiamos, odiamos lo que representa vuestro hábito"; cuando llegan los anarquistas de Barcelona el cabecilla local quiere impedir que arrasen la ciudad y provoquen una masacre...
También hay algunos anacronismos, como cuando aparece el monje barbero, al que un seminarista le da las gracias y dice que ya sólo le falta "una ducha".
Naturalmente, la película evita escenas escabrosas, como el asesinato del gitano "El Pelé", hoy Beato Ceferino Giménez, o la tortura y asesinato de Mons. Florentino Asensio Barroso, obispo de Barbastro, del que he hablado más arriba.
En fin, que aunque la película merece ser vista, adolece de corrección política, quizás para ampliar el público a quien se dirige, aunque no creo que haya logrado ese objetivo adornando la realidad.
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