La doctrina católica que reconoce a la Santísima Virgen María como Reina de los Cielos fue expresada en la Carta Encíclica Ad Caeli Reginam sobre la realeza de la Santísima Virgen María y la institución de su fiesta, del Venerable Pío PP. XII, publicada en 1954. En ella se afirma que la Santísima Virgen María es llamada la Reina del Cielo porque su divino Hijo, Nuestro Señor Jesucristo, es Rey de Israel y Rey del Universo. En la tradición hebrea, la madre del Rey es la Reina.
El título de Reina de los Cielos siempre fue una tradición católica, presente en las oraciones, la literatura devocional y el arte -por ejemplo las escenas de la Coronación de la Virgen- desde mucho antes de que lo definiera formalmente la Iglesia. Además, durante muchos siglos, los católicos hemos invocado a la Santísima Virgen María, a través de las letanías lauretanas, como "Reina de los Cielos".
Y ante Nuestra convicción, luego de maduras y ponderadas reflexiones, de que seguirán grandes ventajas para la Iglesia si esta verdad sólidamente demostrada resplandece más evidente ante todos, como lucerna más brillante en lo alto de su candelabro, con Nuestra Autoridad Apostólica decretamos e instituimos la fiesta de María Reina, que deberá celebrarse cada año en todo el mundo el día 31 de mayo. Y mandamos que en dicho día se renueve la consagración del género humano al Inmaculado Corazón de la bienaventurada Virgen María. En ello, de hecho, está colocada la gran esperanza de que pueda surgir una nueva era tranquilizada por la paz cristiana y por el triunfo de la religión.
Venerable Pío PP. XII, Carta Encíclica Ad Caeli Reginam