Recientemente ha concluído el III Campamento Coral Anual infantil dirigido por el ICRSS en Kentucky (EE.UU.), en el que además de las actividades habituales de cualquier campamento de verano, éstas se han compaginado con la formación de una orquesta de cuerda, cursos de Latín para principiantes e intermedio, grupos reducidos de técnica vocal, recitales del profesorado y, por supuesto, la celebración diaria de la Santa Misa en la Forma Extraordinaria del Rito Romano; además de que los participantes y profesores han contado con un sacerdote del Instituto como capellán.
Bajo estas líneas hay una presentación de fotografías de este campamento, que he creado a partir de imágenes que muestra la página web del ICRSS, así como una traducción del inglés -casi literal, salvo alguna licencia estilística para adaptarlo al español-, que he hecho del artículo del abate Matthew Walter -seminarista que recibió las Órdenes Menores en Gricigliano (Italia), el pasado verano de 2011, de manos de S. E. Mons. Luciano Giovannetti, obispo emérito de Fiesole (Italia)-. Lo escrito en otro color son aclaraciones mías.
Bajo estas líneas hay una presentación de fotografías de este campamento, que he creado a partir de imágenes que muestra la página web del ICRSS, así como una traducción del inglés -casi literal, salvo alguna licencia estilística para adaptarlo al español-, que he hecho del artículo del abate Matthew Walter -seminarista que recibió las Órdenes Menores en Gricigliano (Italia), el pasado verano de 2011, de manos de S. E. Mons. Luciano Giovannetti, obispo emérito de Fiesole (Italia)-. Lo escrito en otro color son aclaraciones mías.
El Campus de la antigua Academia del Monte San José, ubicado en las colinas del norte de Kentucky (Estados Unidos), fue el idílico escenario del Tercer Campamento Anual Coral infantil organizado este verano por el Instituto de Cristo Rey Sumo Sacerdote (ICRSS). Treinta y seis niños llegados de todas partes del país dedicaron una semana al canto, la música y la profundización de su fe. En un mundo donde la belleza y el arte genuino son cada vez menos frecuentes, el Campamento Coral de cinco días ofreció una ocasión única para que los niños desarrollaran sus talentos musicales para gloria de Dios y la restauración de una auténtica cultura católica.
Los niños pasaron gran parte de su tiempo practicando canto, así como preparando una pequeña orquesta, para la Missa Cantata con la que el último día concluiría esta edición del campamento. Aprendiendo técnica vocal clásica a lo largo de la semana, los niños pudieron cantar la poco conocida Messe Brève, de Léo Delibes, además de la Epístola Sonata Nº 15, de Mozart. Lo más destacado fue el Sanctus y el Benedictus de la Missa de Sanctae Ursulae para órgano, cuerda y coro alto, estrenado en la Santa Misa y escrito específicamente para el campamento de este año por el compositor de Chicago Kevin Allen. Como el campamento tenía también como objetivo el desarrollo musical general de los alumnos, cada día contó con clases de teoría de la música, habilidades auditivas, composición, Latín y canto gregoriano. Un ambiente musical intenso, combinado con el entusiasmo y buena disposición de los niños, no sólo produjo un resultado espléndido artísticamente, sino que inspiró a estos jóvenes católicos a tener un amor cada vez mayor por la belleza de la música sacra.
Por supuesto, el ambiente del campo fue verdaderamente católico. En medio de sus actividades musicales, los niños tuvieron tiempo suficiente para practicar deporte y actividades de ocio, incluyendo un concurso de talento y pequeñas comedias teatrales. Con la presencia de un sacerdote del Instituto, el P. Raphael Ueda [sacerdote de origen japonés ordenado hace tres años], niños y docentes pudieron asistir a Misa cada día, así como contar con la posibilidad de confesarse en diferentes ocasiones. La apretada agenda diaria terminaba con una caminata al atardecer en los preciosos jardines, rezando el Rosario y las Letanías del Sagrado Corazón, cantadas por los propios niños. La prueba de la atmósfera feliz fueron las muchas amistades forjadas por niños de diferentes edades y regiones, varios de los cuales siguen escribiéndose durante todo el año.
La calidad de la última actuación de los niños no dejó ninguna duda en cuanto al duro trabajo realizado, y para recompensar sus esfuerzos los profesores interpretaron una pequeña opereta para los niños en la noche del jueves. Escrita por un miembro del personal e incluyendo al director del campamento, el Sr. Nick Botkins [director de música del Oratorio de San Francisco de Sales, que el Instituto tiene en la ciudad de San Luis], en un papel de tenor de ópera, a los niños se les aproximó al mundo del bel canto operístico italiano. Riéndose con las divertidas "payasadas" de sus profesores, los niños aprendieron que la música clásica puede ser agradable y divertida. A menudo olvidamos que una auténtica cultura católica implica no sólo la parte "seria" de nuestra vida, sino también sus aspectos menos importantes. Una vida dedicada a Dios está llena de alegría, e incluso los momentos cómicos pueden y debe ser, a su manera, preciosos.
Aunque haya muchos campamentos músicales para niños en Estados Unidos durante el verano, éste destaca por su síntesis entre disciplina y despreocupación, excelencia y diversión, Arte y Fe. El gran Mocquereau [P. André Mocquereau, O.S.B., musicólogo francés, fundador de la Revista Gregoriana y director de la publicación Paleografía Musical, principal órgano de la reforma del canto eclesiástico] dijo del canto gregoriano: "Para que el canto sea oración, primero debe ser arte". Este año el campamento musical ha sido testigo de la belleza del arte al servicio de Dios y la alegría que trae de forma natural cuando se asume teniendo presente este principio eterno.
Abbé Matthew Walter, seminarista. ICRSS.
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