ET INGRESSVS IN TEMPLVM COEPIT EIICERE VENDENTES IN ILLO ET EMENTES DICENS ILLIS SCRIPTVM EST QVIA DOMVS MEA DOMVS ORATIONIS EST VOS AVTEM FECISTIS ILLAM SPELVNCAM LATRONVM
Y entrando en el Templo, comenzó a echar fuera a los que en él vendían y compraban, diciéndoles: Escrito está: Mi casa es casa de oración (Is. 56,7), mas vosotros la habéis hecho cueva de ladrones (Jr 7,11).
(Seq. S. Evangelii sec. Lucam, 19,45)
Está escrito: "El celo de tu Casa me devora" (Sal. 68,10; Mal. 3,1):
"...porque me devora el celo de tu casa, y los baldones de los que te ultrajan cayeron sobre mí".
Los discípulos aplicaron a Jesús este texto cuando vieron que, en Su santa indignación, arrojaba a golpes, usando un látigo hecho con varias cuerdas, a los mercaderes del Templo (Mt 21,12; Mc 11,15; Lc 19,45; Jn 2,13), porque miraba como propios los intereses de su amado Padre. Tal ha de ser la suerte de los discípulos: como la del Maestro (Jn 15,20). "El que vive en el mundo como en su elemento y encuentra que todo va muy bien y saca ventajas de ostentar su fe, será fácilmente querido y respetado, mas no será por cierto discípulo de Cristo" (cf. 1 Jn 4,4; Lc 6,26; I Cor 4,13; I Tim 6,5, etc.) Es el honor más grande para un cristiano: ser perseguido por los que rechazan o traicionan a Dios (cf. Mt 5,10 ss.; Lc 6,22 s.; Hch 5,41; II Tim 3,13; I Pe 4,15 s.).
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