Como adelanté en la entrada anterior de este blog, voy a analizar la carta a los obispos que acompañaba al motu proprio "Traditionis custodes".
En primer lugar, casi al principio de la carta, hablando sobre los motivos que llevaron a sus predecesores a posibilitar el uso del Misal Romano promulgado por San Pío V, afirma lo siguiente:
"La facultad, concedida por un indulto de la Congregación para el Culto Divino en 1984 y confirmada por San Juan Pablo II en el Motu proprio Ecclesia Dei de 1988, estaba motivada sobre todo por el deseo de favorecer la recomposición del cisma con el movimiento guiado por Mons. Lefebvre. La petición dirigida a los obispos de acoger generosamente las «justas aspiraciones» de los fieles que pedían el uso de ese Misal, tenía por tanto una razón eclesial para recomponer la unidad de la Iglesia".
Tal afirmación no se ajusta a la verdad, que está expuesta de forma meridianamente clara en los documentos que cita, como ya reflejé en la entrada anterior del blog:
"...con la Carta Apostólica «Ecclesia Dei», dada en forma de Motu Proprio, Juan Pablo II exhortó a los obispos a utilizar amplia y generosamente esta facultad en favor de todos los fieles que lo solicitasen. Después de la consideración por parte de nuestro predecesor Juan Pablo II de las insistentes peticiones de estos fieles...".
Dicha medida no estaba destinada únicamente a los fieles de la FSSPX, sino a TODOS los fieles católicos que ya solicitaban (o a TODOS los que lo hiciesen en el futuro), la celebración según el Rito Romano tradicional. ¿Qué cisma había -o hay hoy en día- entre los católicos que desean asistir a la Santa Misa o recibir los sacramentos según los libros litúrgicos anteriores a la reforma de Pablo VI? Ninguno. Así que, no se puede recomponer un cisma inexistente, y, por tanto, la aludida "razón eclesial para recomponer la unidad de la Iglesia" no es cierta.
Por otro lado, está bien que la carta vuelva a recordar, como ya hiciera el Papa Benedicto XVI, que...
"...el Sacrificio de la Misa según la edición típica del Misal Romano promulgado por el beato Juan XXIII en 1962, que nunca se ha abrogado...".
Es decir, el Papa Francisco subraya que el Misal de San Pío V (cuya última edición fue la de Juan XXIII de 1962) no ha sido abrogado nunca. Ahora tampoco.
En la carta que acompañaba el motu proprio "Summorum Pontificum", Benedicto XVI también dejaba bien claro que su intención no iba dirigida a la FSSPX o a aquellos fieles que rechazan el Concilio Vaticano II (sin indicar qué cosa no aceptaban del mismo):
"Muchas personas que aceptaban claramente el carácter vinculante del Concilio Vaticano II y que eran fieles al Papa y a los Obispos, deseaban no obstante reencontrar la forma, querida para ellos, de la sagrada Liturgia".
Y, además, indica uno de los motivos por los cuales dichos fieles pedían entonces (y siguen prefiriendo hoy) el Rito Romano tradicional, aun siendo jóvenes (no, el motivo no es nostalgia de algo que jamás han conocido):
"Esto sucedió sobre todo porque en muchos lugares no se celebraba de una manera fiel a las prescripciones del nuevo Misal, sino que éste llegó a entenderse como una autorización e incluso como una obligación a la creatividad, lo cual llevó a menudo a deformaciones de la Liturgia al límite de lo soportable".
Trece años después, ¿ha cambiado la situación descrita? No, en muchos casos las celebraciones según el Misal de Pablo VI han empeorado notablemente, pese a los llamamientos y documentos de los Papas Juan Pablo II y Benedicto XVI contra las profanaciones y "abusos" litúrgicos. Por ello, los fieles que asisten o desean asistir a la Santa Misa Tridentina van aumentando, sin prisa pero sin pausa, y no porque "rechacen" el Concilio Vaticano II o el magisterio postconciliar. Sin duda, hay más fieles y clero que sólo usa el Misal de Pablo VI que rechaza justamente lo que el presente motu proprio achaca a la minoría que asiste a la Misa Tridentina, y nadie ha leído aún un motu propio de Francisco limitando el uso del Misal de Pablo VI para fomentar la unidad, sobre todo doctrinal, habiendo un número ingente de personas que sólo usan dicho Misal y que rechaza todos los concilios (incluyendo el último), y gran parte del Magisterio de la Iglesia (también el postconciliar). La motivación aducida (vamos, la excusa), pues, no puede ser más mala.
Es cierto que Benedicto XVI dice que con el motu proprio "Ecclesia Dei", Juan Pablo II también quería ayudar a la Fraternidad San Pío X a "reencontrar la plena unidad con el Sucesor de Pedro", pero esa no era ni la única, ni la principal motivación de tal motu proprio, como puede leerse en el mismo. Además, la Iglesia no emite documentos con vistas a que los cumplan supuestos "cismáticos" -si es que se consideraba tales a los miembros y fieles de la FSSPX-, como tampoco emite documentos destinados a que los cumplan los cismáticos ortodoxos. Por razones obvias: si no están sujetos al Romano Pontífice, ¿cómo espera alguien que sean vinculantes para ellos?
Francisco continúa en el motu proprio afirmando -sin presentar ni una sola prueba, porque no las tiene, ni las puede tener- que la "oportunidad" (sic) de usar el Rito Romano de siempre...
"...ha sido aprovechada para aumentar las distancias, endurecer las diferencias y construir oposiciones que hieren a la Iglesia y dificultan su progreso, exponiéndola al riesgo de la división".
Resulta paradójico que acuse a los fieles y clero que usan el Misal de San Pío V de exponer a la Iglesia a la división por dificultar su "progreso", cuando está a la vista de todos que quienes dividen son, precisamente, los "progresistas", que rechazan -en todo o en parte- la Fe católica y creen (o quieren que así sea) que ésta ha cambiado hace 50 años, o que puede cambiar ahora (que se lo pregunten a una parte sustancial de la iglesia alemana... de facto, esa sí que está en cisma declarado).
Lo que sigue a continuación en la carta de Francisco parece, simplemente, una broma:
"Me duelen por igual los abusos de una parte y de otra en la celebración de la liturgia".
¿Abusos litúrgicos en la celebración según el Misal de San Pío V desde el motu proprio de Juan Pablo II y el de Benedicto XVI? ¿Cuáles? ¡Si ni siquera ha podido señalar uno sólo! Obviamente, eran preguntas retóricas, porque el Papa Francisco sabe perfectamente, como lo sabe todo el mundo, que dichos abusos no existen, a diferencia de los que abundan en innumerables celebraciones con el Misal de Pablo VI.
Luego, vuelve a incidir en que los sacerdotes o fieles que usan el Misal de San Pío V (sin especificar, o sea, todos ellos en bloque), rechazan la reforma litúrgica (lo dice como si hubiera que aceptarla como si fuera el undécimo mandamiento del Decálogo: "No rechazarás la reforma litúrgica de Pablo VI"), o, directamente el Concilio Vaticano II en sí (sin haber preguntado a un solo fiel que asista a Misa Tridentina si lo acepta o no, como tampoco se les pregunta a los que van a la Misa de Pablo VI).
Lo que viene a continuación, es otra mala excusa:
"Dudar del Concilio es dudar de las propias intenciones de los Padres, que ejercieron solemnemente su potestad colegial cum Petro et sub Petro en el Concilio Ecuménico y, en definitiva, dudar del propio Espíritu Santo que guía a la Iglesia".
De lo que se quejan los mal llamados "tradicionalistas" (para que nos entendamos), es justamente de lo contrario que Francisco les achaca: nadie duda de las intenciones de los Padres conciliares, sino que se sabe y se ve (los progresistas también lo saben y lo ven) que se han incumplido dichas intenciones, como puede observarse en el incumplimiento sistemático del documento conciliar sobre liturgia "Sacrosanctum Concilium". ¿Qué tiene que ver el Espíritu Santo con que los innovadores progresistas se pasasen -y se pasen- por el forro, no sólo las intenciones de los Padres conciliares, sino también el propio documento conciliar que resultó de dichas intenciones? Serán ellos, en todo caso, quienes no crean en el Concilio Vaticano II y en las intenciones de los Padres. Parece un poco injusto y bastante poco misericordioso que un padre, cuando uno de sus dos hijos hace algo mal, castigue al otro hijo. O el padre está ciego, o simplemente prefiere al hijo malo y no le importa ser injusto, lo cual no es propio de un padre (al menos, no de un buen padre).
A continuación, como ya ha hecho muchas veces en documentos anteriores, Francisco cita el Magisterio de Papas anteriores fuera de contexto, para intentar darle un significado diferente al que le dieron dichos Papas. En este caso, para acusar a la Misa Tridentina de no cumplir con el deseo de la "participación activa" en la liturgia que supuestamente querían los padres conciliares de acuerdo con la "Mediator Dei" de Pío XII. Pero, ¿qué decía dicho documento de Pío XII al respecto? Vamos a verlo:
Además, «para que el pueblo torne parte más activa en el culto divino, se debe restablecer entre los fieles el uso del canto gregoriano, en la parte que le corresponde. Evidentemente, apremia el que los fieles asistan a las sagradas ceremonias, no como meros espectadores mudos y extraños, sino profundamente penetrados por la belleza de la liturgia; que alternen sus voces con la del sacerdote y coro. Si esto, por la bondad de Dios, se verificare, no ocurrirá que el pueblo responda a lo más con un ligero y tenue murmullo a las preces comunes rezadas en latín o en lengua vulgar». La multitud que asiste atentamente al sacrificio del altar, en el que nuestro Salvador, juntamente con sus hijos redimidos por su sangre, canta el epitalamio de su inmensa caridad, no podrá callar, ya que «el cantar es propio de quien ama», o, corno dice el viejo refrán: «cantar bien es orar dos veces». Así resulta que la Iglesia militante, clero y pueblo juntos, une sus voces a los cantos de la triunfante y de los coros angélicos, y todos a una cantan un sublime y eterno himno de alabanza a la Santísima Trinidad, según aquello: «y nosotros te rogamos que admitas nuestras voces mezcladas con las suyas».
¿De dónde toma Pío XII dicha cita? ¡Del Prefacio del Missale Romanum! (sí, sí, el de San Pío V). Exactamente la misma intención de Juan XXIII y de los Padres conciliares: que se mantuviera el uso del latín y el gregoriano. Pues los del "espíritu del concilio", ni caso. Así que, la participación activa en la liturgia querida por el concilio no era -ni es, ni será, aunque se incumpla- que toda la Misa sea en lengua vulgar o que los cantos sean profanos, ñoños, horteras, o todo a la vez, sino que los fieles -no sólo los sacerdotes- usen el canto gregoriano de forma habitual. ¿Dónde dice algún documento del Concilio Vaticano II que la participación activa de los fieles en la liturgia consista, o deba consistir, en cometer o soportar (pasivamente) los abusos litúrgicos que padecemos los católicos desde hace medio siglo? Además, sólo hay que asistir hoy en día para comprobar cómo los fieles que asisten a la Misa Tridentina participan activamente en la liturgia sin abusos litúrgicos de ningún tipo, ni por su parte, ni por parte del oficiante: la Misa es dialogada entre éste y los fieles, cantan y/o recitan las partes del Ordinario que les corresponden (pudiendo seguirlo en su idioma, pues los misales son bilingües), cambian de postura según indican las rúbricas (lo cual se incumple sistemáticamente en las celebraciones con el Misal de Pablo VI, al que se desobedece), etc. Nadie se queda dormido recostado en su asiento ante interminables "homilías" sociales, nadie repite como un loro larguísimos salmos responsoriales que pocos recuerdan, y, sobre todo, nadie se horroriza de las ocurrencias o de la ideología del cura de turno, totalmente ajena a temas religiosos. Como se ve, son dos maneras de entender lo que es la "participación activa" de los fieles en la liturgia: por un lado lo que quiere la Iglesia, y por otro lo que quieren los innovadores -contra lo que dice la Iglesia-.
Después, vuelve a citar de nuevo la Constitución sobre la Sagrada Liturgia "Sacrosanctum Concilium", para defender la aplicación de la reforma litúrgica, entrecomillando lo que dicho documento quería que fuera dicha reforma: «ateniéndose fielmente a la tradición». O sea, justamente lo contrario de lo que se ha visto en el último medio siglo.
De nuevo, vuelve a parecer una broma lo que dice a continuación:
"Quienes deseen celebrar con devoción según la forma litúrgica anterior no encontrarán dificultad en encontrar en el Misal Romano, reformado según la mente del Concilio Vaticano II, todos los elementos del Rito Romano, especialmente el canon romano, que es uno de sus elementos más característicos".
Aparte de que el Misal de Pablo VI no cumplió exactamente lo que pedía el documento sobre liturgia del Concilio Vaticano II -y su aplicación mucho menos-, quienes desean celebrar con devoción según el Misal de San Pío V -porque la forma litúrgica anterior a la reforma de Pablo VI no es ésa, sino el Misal de 1965, conocido por algunos como "Misa híbrida"- no sólo encuentran dificultades para encontrar todos los elementos del Rito Romano en el Misal de Pablo VI, sino que es imposible que alguien los encuentre, pues gran parte de ellos han sido eliminados del mismo (en internet hay muchos estudios y cuadros comparativos donde puede verse qué se eliminó, qué se cambió y qué se creó ex profeso para incluirlo en el nuevo Misal).
Finalmente, vuelve a acusar injusta y temerariamente a todos los fieles que asisten a la Misa Tridentina de rechazar a la Iglesia y a sus instituciones. ¿Qué significa realmente dicha frase? Los fieles que van a la Misa Tridentina... son Iglesia. La Iglesia está formada por todos los fieles católicos, vivos y difuntos, con Cristo a la cabeza. ¿Quién se rechaza a sí mismo?
La siguiente afirmación es de antología:
"Es para defender la unidad del Cuerpo de Cristo que me veo obligado a revocar la facultad concedida por mis predecesores. El uso distorsionado que se ha hecho de ella es contrario a las razones que les llevaron a conceder la libertad de celebrar la misa con el Missale Romanum de 1962".
Para uso distorsionado, el que este documento hace de las intenciones y documentos de todos los Papas hasta el actual: la Misa Tridentina, Gregoriana, Apostólica o tradicional (como se la quiera llamar), no es una concesión de los dos inmediatos predecesores del Papa actual, como él mismo reconoce en este mismo motu proprio, aunque luego se contradiga, sino un derecho concedido a perpetuidad desde que San Pío V promulgara el Misal Romano según el Concilio de Trento hace casi medio milenio. Las razones que llevaron a Juan Pablo II y Benedicto XVI a RECONOCER (no conceder) que nadie había abrogado el Misal de San Pío V, y a su legítimo uso por parte de cualquier sacerdote o fiel católico, nada tiene que ver con ninguna unidad del Cuerpo de Cristo, que rompen, fundamental y sistemáticamente, quienes no creen o rechazan la Fe católica.
Conclusión: que como bien dice el motu proprio, la decisión de limitar la Misa Tridentina y la creciente asistencia de fieles a la misma (asistencia no impuesta, sino voluntaria), se debe a lo siguiente:
"Respondiendo a vuestras peticiones [la de un número ínfimo de obispos que odian el Rito Romano de siempre, porque ni lo conocen, ni sabrían oficiarlo], tomo la firme decisión de derogar todas las normas, instrucciones, concesiones y costumbres anteriores al presente Motu Proprio".
El documento deja bien claro que se refiere a las de Juan Pablo II y Benedicto VI, no a las de Pablo VI ni a las conciliares, que también son anteriores a este motu proprio.
Por último, afirma que...
"...tras el Concilio de Trento, San Pío V derogó todos los ritos que no podían presumir de una antigüedad probada, estableciendo un único Missale Romanum para toda la Iglesia latina".
Bueno, en realidad San Pío V no hizo tal cosa. La intención del Concilio de Trento era impedir y/o erradicar el error y la herejía, por lo que los libros litúrgicos recientes, de los que se sospechaba que podían contener errores o herejías, fueron eliminados, mientras que todos los demás ritos fueron permitidos: el visigótico, el ambrosiano, el bracarense, el dominico, el cartujo, etc. Y el Rito Romano se remontaba en Roma a los tiempos apostólicos, permaneciendo prácticamente invariable desde San Gregorio Magno (s. VI). San Pío V no se inventó nada: sólo codificó en el Misal el Rito Romano ya existente y lo promulgó para que cualquiera pudiera usarlo libremente, pero no obligatoriamente como rito único (se podían seguir usando los otros ritos, y así se hizo desde entonces).
La frase que viene a continuación parece escrita por Perogrullo:
"Durante cuatro siglos, este Missale Romanum promulgado por san Pío V fue, pues, la principal expresión de la lex orandi del Rito Romano".
En realidad son cuatro siglos y medio hasta el día de hoy (algunos se han quedado congelados en los años 60 del siglo XX). Además, el Missale Romanum no era "la principal expresión de la lex orandi del Rito Romano", sino su ÚNICA expresión, al igual que la ÚNICA expresión de la lex orandi del Rito Visigótico era su propio Misal, y del Rito Ambrosiano, el suyo propio, etc.
La supuesta función "unificadora" en la Iglesia que pretende este documento, en el pasado no supuso eliminar ni perseguir las demás expresiones litúrgicas legítimas, ni nadie ha dicho nunca que dichas expresiones no fueran lex orandi (¿qué iban a ser y qué son, si no?). Está meridianamente claro que la unidad que pretende restablecerse en toda la Iglesia de rito romano no es tal: se busca uniformidad, no unidad; y no de acuerdo con el Concilio Vaticano II, ni con ningún documento precedente.
Finaliza el motu proprio recordando a los obispos que, como Ordinarios locales, pueden autorizar en sus Iglesias el uso del Misal Romano de San Pío V, que es lo que están haciendo la mayoría de ellos desde que se publicó este motu proprio, de acuerdo con el deseo del Papa Francisco de "prever el bien de quienes están arraigados en la forma de celebración anterior". Evidentemente, en aquellos lugares donde hay grupos de fieles que asisten a la Misa Tridentina, pues donde no hay fieles ni nadie lo pide, no hay nada que autorizar, ni que prohibir. Se insta a los obispos a no erigir nuevas parroquias personales, a pesar del deseo y voluntad de los fieles que forman el «santo Pueblo fiel de Dios», que hará necesario en un futuro no muy lejano, debido a su aumento, la erección de nuevas parroquias personales, o la vuelta a las parroquias normales en aquellos lugares en los que se haya sacado de las mismas, tarea que probablemente corresponderá establecer a un futuro Pontífice.
Como conclusión del despropósito que supone el motu proprio y la carta que lo acompaña, y que seguramente explique muchas cosas, aquí van algunos datos:
El nuevo Rito de la Misa (Novus Ordo Missae) entró en vigor el 30 de noviembre de 1969, I domingo de Adviento. Jorge Mario Bergoglio fue ordenado sacerdote 20 días después, el 13 de diciembre de 1969. Por tanto, nunca ha oficiado la Santa Misa con el Misal de Juan XXIII de 1962 (la última edición del Misal de San Pío V).
Es el primer Papa que no ha oficiado jamás la Misa tradicional desde que se promulgara la Constitución Apostólica 'Quo Primum tempore' de San Pío V, el 14 de julio de 1570 (entró en vigor un mes después), que fijaba el Misal del Rito Romano como habían establecido los cánones y decretos del Concilio de Trento.
La Constitución Apostólica 'Missale Romanum', promulgada el 3 de abril de 1969 no abrogó la Constitución Apostólica 'Quo Primum tempore', debido a la declaración de irreformabilidad (sujeta a anatema) contenida en la misma.
Desde los tiempos del Papa San Gregorio Magno (590–604) hasta la interpolación de 'San José' por Juan XXIII en 1962, el Canon de la Misa (y todo el Misal Romano desde 1570) ha permanecido prácticamente inalterado. Todas las revisiones del Misal Romano efectuadas por los Papas posteriores a San Pío V, sólo han afectado a las rúbricas o han reformado el calendario litúrgico, no el Rito del Misal propiamente dicho.
Como puede apreciarse, el actual Papa, además de desconocer la liturgia anterior a la reforma de Pablo VI, tiene una visión muy sesgada -cuando no deformada- de la misma, así como de su historia desde tiempos apostólicos hasta la época en que él fue seminarista (nada menos que la de la revolución "sesenta-y-ochera"), o de lo que los Papas han hecho o dejado de hacer en materia litúrgica (si lo conociera, no afirmaría las cosas que afirma, pues no se corresponden con la realidad). Repito: Francisco es el único Papa en casi medio milenio que jamás ha oficiado la Santa Misa Tridentina ni siquiera cuando era un simple cura. Y ya se sabe: ¡no se puede amar lo que no se conoce!